Y, como en cualquier pueblo chico, el infierno grande del chusmerío tuvo su epicentro esta semana en Mar del Plata. Y todo por una serie de pasacalles que llamaron la atención de todo el mundo...No saludaban a nadie por su cumpleaños, ni felicitaban a ningún recién egresado por sus logros...No, acusaban, con nombre y apellido, a una mujer de haber mantenido un romance con un hombre. Y la firmante de esos pasacalles no era otra que la esposa engañada.
En menos de 24, la acusada fue uno de los temas más buscados en las redes sociales. Su nombre, puesto en algún buscador, remitía a una larga serie de links que trataba sobre el tema de los pasacalles....Y no faltó quien buscara rédito propio, diciendo que todo era una acción armada para promocionar un programa radial para adultos.
Y al final, todo este revuelo, sólo nos demostró que nos encanta el chusmerío. Que el perfil trucho de una de las protagonistas sumó rápidamente miles de "amigos" virtuales. Que una página subida de tono sumó, en 24 horas, la suma de casi 3000 seguidores (aclaro que administro dos páginas en Facebook hace seis meses y en una de ellas he llegado a los 300 seguidores....insistiendo muuuucho).
En síntesis, hay que reconocer que a la gran mayoría le gusta el chusmerío, la pelea esa que no tiene nada que ver con la propuesta del programa. El show a lo "Bailando, Soñando, Cantando", que pese a todas las críticas que se escuchan a diario, obtiene altos puntos de rating. En esos programas el verdadero espectáculo es la pelea...bailar, cantar, patinar o soñar con llegar al show es la excusa para ser testigos de las agresiones verbales entre "participantes y jurados". Una especie de box sin ganchos ni cross. Con golpes bajos mucho más fuertes que los que se dan con los puños. Y que le da de comer a una extensa lista de programas que se alimentan de estos espectáculos y extienden los gritos, insultos, agresiones y perdones que están guionados (o no) durante toda la semana.
Esta semana, todos y cada uno de los que trataron el tema de los pasacalles, vieron aumentadas sus visitas a sus páginas, notas, blogs. Porque el morbo de saber qué pasa puertas adentro de la vida ajena, nos puede más. Sin tener en cuenta el dolor, la vergüenza ni la rabia de quien, en un momento de enojo, no pensó nunca la dimensión que esto iba a tomar.
En menos de 24, la acusada fue uno de los temas más buscados en las redes sociales. Su nombre, puesto en algún buscador, remitía a una larga serie de links que trataba sobre el tema de los pasacalles....Y no faltó quien buscara rédito propio, diciendo que todo era una acción armada para promocionar un programa radial para adultos.
Y al final, todo este revuelo, sólo nos demostró que nos encanta el chusmerío. Que el perfil trucho de una de las protagonistas sumó rápidamente miles de "amigos" virtuales. Que una página subida de tono sumó, en 24 horas, la suma de casi 3000 seguidores (aclaro que administro dos páginas en Facebook hace seis meses y en una de ellas he llegado a los 300 seguidores....insistiendo muuuucho).
En síntesis, hay que reconocer que a la gran mayoría le gusta el chusmerío, la pelea esa que no tiene nada que ver con la propuesta del programa. El show a lo "Bailando, Soñando, Cantando", que pese a todas las críticas que se escuchan a diario, obtiene altos puntos de rating. En esos programas el verdadero espectáculo es la pelea...bailar, cantar, patinar o soñar con llegar al show es la excusa para ser testigos de las agresiones verbales entre "participantes y jurados". Una especie de box sin ganchos ni cross. Con golpes bajos mucho más fuertes que los que se dan con los puños. Y que le da de comer a una extensa lista de programas que se alimentan de estos espectáculos y extienden los gritos, insultos, agresiones y perdones que están guionados (o no) durante toda la semana.
Esta semana, todos y cada uno de los que trataron el tema de los pasacalles, vieron aumentadas sus visitas a sus páginas, notas, blogs. Porque el morbo de saber qué pasa puertas adentro de la vida ajena, nos puede más. Sin tener en cuenta el dolor, la vergüenza ni la rabia de quien, en un momento de enojo, no pensó nunca la dimensión que esto iba a tomar.
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