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El movimiento feminista que promueve estas etiquetas, en las que es imposible no involucrarse como mujer, como persona; más conociendo casos cercanos de violencias y de hasta crímenes por parte de sus parejas o ex; parece no saber hacia dónde ir cuando la muerte o la violencia hacia una mujer no está vinculada a lo "afectivo" ni al "patriarcado", ni a la situación de poder en donde ella queda como sumisa.
Acá ellas son "el poder". Portan armas. Representan a las fuerzas del orden, para algunos miembros de ese movimiento a la "represión". Y, teóricamente, ellas deberían ser más fuerte que el delincuente, ese ser "estigmatizado" por la sociedad, "excluido" por haber nacido pobre.
Sin embargo, ellas quedaron expuestas. Una murió al instante, la otra agonizó varias horas hasta que su encefalograma plano dictó la muerte cerebral. Nadie, más que quienes sintieron la humanidad ante los hechos cometidos, compartieron sus fotos, elevaron una plegaria y pidieron justicia.
Sus fotos no formaran parte de ninguna marcha que reclame derechos. Dirán, tal vez, que ellas eligieron ese riesgo, que decidieron exponerse al peligro, que todo policía sabe que sale de su casa pero no si vuelve. Pero, hasta ahora, ningún movimiento, de los que rompen todo, pintan paredes, piden quemar iglesias y exigen la "muerte al macho", siquiera se solidarizó con estas mujeres.
No se enojen cuando algunas mujeres les decimos que los movimientos feministas extremos no nos representan. Porque a mi no me representan. No cuando silencian la injusticia, el dolor y la muerte de mujeres que decidieron defender al más débil y luchar por un mundo mejor. Definitivamente, no me representan.
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