No te dejan marcas visibles. No te quitan nada, o casi nada, al menos lo que te quitan no es material. Te quitan las ganas, la esperanza y, en algunos casos, la paciencia.
En esta Argentina de hoy; de hace mucho tiempo diría yo, pero de un tiempo a esta parte se nota mucho más; existe una violencia que va más allá de lo físico.
Leer que quien dirige los destinos del país "invierte" 80.000 DOLARES ( 360.000 pesos a la cotización oficial, 480.000 si se lo compramos al "arbolito"), para trasladar a su hijo de 35 años por una infección en la rodilla, y constatar que los hospitales públicos están en una situación deplorable, genera impotencia y mucha bronca. O que a un familiar le posterguen una cirugía por falta de turnos en el quirófano. O que a una vecina vaya a realizarse un estudio, y deba retornar a su casa sin hacérselo, porque el personal está de paro, y esperar a la próxima semana para pedir nuevamente un turno, y rezar que las circunstancias no se repitan. O que a otro vecino Pami no le haga llegar un elemento que necesita para operarse una hernia. O ver que una persona con dificultades para trasladarse deba subir varios pisos por escaleras, ya que los ascensores no funcionan.
Ver colegios a los que no se les ha hecho ninguna inversión, que se "emparchan" pero no se arreglan, con pérdidas en los baños, con cables expuestos, con baños rotos, genera violencia. Espacios públicos en los que no se aprovechan los famosos "tres meses" de vacaciones para hacerles los arreglos que los hagan confortables y que los estudiantes no tengan que realizar reclamos porque en pleno invierno no tienen calefacción. Darse cuenta que la escuela no contiene, genera violencia.
Ver que la inseguridad se cobra vidas genera violencia. Pero más violencia (de la otra, de la que no te deja huellas en el cuerpo...o sí?) genera ver el lamentable estado de los patrulleros, escuchar que no cuentan con el combustible suficiente para cumplir con su trabajo. Enterarse que cuatro o cinco "pibes", todos ellos menores, hacen estragos en pleno centro y que si los van a buscar o detener por las denuncias de los vecinos , golpean, agreden, rompen, lastiman...y ellos, amplios conocedores de sus "derechos" se lastiman a sí mismos y luego denuncian a los oficiales por apremios ilegales. Y leer que "son menores" y NADIE puede hacer nada...es más violento todavía.
Enterarse que se detuvo a un delincuente que estaba en la calle, con arresto domiciliario o salidas transitorias, es violento. Porque nos dice que nadie nos cuida, que quienes tienen la potestad de impartir "justicia", comenten INJUSTICIAS. Sé y comprendo que son humanos y que puedan equivocarse, pero dejar sueltos a personas con "frondosos prontuarios", alto nivel de reincidencia y ninguna capacidad laboral fuera de la delictiva, es preocupante porque habla del absoluto desinterés de la justicia...por ser justa.
Escuchar a los familiares de las víctimas del delito el peregrinar por juzgados y fiscalías porque sus causas están adormecidas, que un detenido se fugue varias veces, sin que nadie renuncie, o se haga cargo de la irresponsabilidad cometida, genera violencia.
Ver que en la ciudad que habito, hace tres años se habla de instalar sistemas de vigilancia monitoreada y que todavía no se ha hecho nada, mientras los vecinos son asaltados o asesinados, genera mucha más violencia. Más violencia que el delito en sí mismo. Una violencia que se acumula, que no se puede descargar, porque uno es una víctima de esa violencia de quienes deben proveernos bienestar, seguridad, salud, educación y justicia.
Que 52 personas hayan muerto en una tragedia evitable si se hubieran hecho los controles, y que se culpe a las mismas víctimas, genera violencia.
Y escuchar a quienes ocupan cargos públicos hacer alarde de lo que hacen (de lo que se les antoja hacer), de los despilfarros, de los juicios por corrupción, del famoso gran bonete, en donde nadie es, nadie fue, ni nadie se hace cargo, hace que la violencia se internalice. Porque uno, como ciudadano común, se siente desprotegido. Se siente en medio de la nada absoluta, acompañado por otros ciudadanos comunes que están tan desprotegidos y librados al azar como quien escribe estas líneas.
En esta Argentina de hoy; de hace mucho tiempo diría yo, pero de un tiempo a esta parte se nota mucho más; existe una violencia que va más allá de lo físico.
Leer que quien dirige los destinos del país "invierte" 80.000 DOLARES ( 360.000 pesos a la cotización oficial, 480.000 si se lo compramos al "arbolito"), para trasladar a su hijo de 35 años por una infección en la rodilla, y constatar que los hospitales públicos están en una situación deplorable, genera impotencia y mucha bronca. O que a un familiar le posterguen una cirugía por falta de turnos en el quirófano. O que a una vecina vaya a realizarse un estudio, y deba retornar a su casa sin hacérselo, porque el personal está de paro, y esperar a la próxima semana para pedir nuevamente un turno, y rezar que las circunstancias no se repitan. O que a otro vecino Pami no le haga llegar un elemento que necesita para operarse una hernia. O ver que una persona con dificultades para trasladarse deba subir varios pisos por escaleras, ya que los ascensores no funcionan.
Ver colegios a los que no se les ha hecho ninguna inversión, que se "emparchan" pero no se arreglan, con pérdidas en los baños, con cables expuestos, con baños rotos, genera violencia. Espacios públicos en los que no se aprovechan los famosos "tres meses" de vacaciones para hacerles los arreglos que los hagan confortables y que los estudiantes no tengan que realizar reclamos porque en pleno invierno no tienen calefacción. Darse cuenta que la escuela no contiene, genera violencia.
Ver que la inseguridad se cobra vidas genera violencia. Pero más violencia (de la otra, de la que no te deja huellas en el cuerpo...o sí?) genera ver el lamentable estado de los patrulleros, escuchar que no cuentan con el combustible suficiente para cumplir con su trabajo. Enterarse que cuatro o cinco "pibes", todos ellos menores, hacen estragos en pleno centro y que si los van a buscar o detener por las denuncias de los vecinos , golpean, agreden, rompen, lastiman...y ellos, amplios conocedores de sus "derechos" se lastiman a sí mismos y luego denuncian a los oficiales por apremios ilegales. Y leer que "son menores" y NADIE puede hacer nada...es más violento todavía.
Enterarse que se detuvo a un delincuente que estaba en la calle, con arresto domiciliario o salidas transitorias, es violento. Porque nos dice que nadie nos cuida, que quienes tienen la potestad de impartir "justicia", comenten INJUSTICIAS. Sé y comprendo que son humanos y que puedan equivocarse, pero dejar sueltos a personas con "frondosos prontuarios", alto nivel de reincidencia y ninguna capacidad laboral fuera de la delictiva, es preocupante porque habla del absoluto desinterés de la justicia...por ser justa.
Escuchar a los familiares de las víctimas del delito el peregrinar por juzgados y fiscalías porque sus causas están adormecidas, que un detenido se fugue varias veces, sin que nadie renuncie, o se haga cargo de la irresponsabilidad cometida, genera violencia.
Ver que en la ciudad que habito, hace tres años se habla de instalar sistemas de vigilancia monitoreada y que todavía no se ha hecho nada, mientras los vecinos son asaltados o asesinados, genera mucha más violencia. Más violencia que el delito en sí mismo. Una violencia que se acumula, que no se puede descargar, porque uno es una víctima de esa violencia de quienes deben proveernos bienestar, seguridad, salud, educación y justicia.
Que 52 personas hayan muerto en una tragedia evitable si se hubieran hecho los controles, y que se culpe a las mismas víctimas, genera violencia.
Y escuchar a quienes ocupan cargos públicos hacer alarde de lo que hacen (de lo que se les antoja hacer), de los despilfarros, de los juicios por corrupción, del famoso gran bonete, en donde nadie es, nadie fue, ni nadie se hace cargo, hace que la violencia se internalice. Porque uno, como ciudadano común, se siente desprotegido. Se siente en medio de la nada absoluta, acompañado por otros ciudadanos comunes que están tan desprotegidos y librados al azar como quien escribe estas líneas.
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