Cada día me convenzo más de que estamos solos. Solos para gritar a los cuatro vientos que estamos hartos de que nos vendan espejitos de colores, para apaciguar nuestros reclamos y tener que esperar a que las "promesas" se cumplan. Solos y hartos de que pateen la pelota para adelante, mientras vemos cómo, mes a mes, la lista de vidas perdidas en manos de la delincuencia se agranda, sin que parezca importarle mucho a quienes cobran sueldos más que generosos para cumplir con la tarea de cuidarnos y protegernos.
Estamos solos cada vez que salimos a la calle y sólo dependemos de la buena voluntad de algún vecino para que nos mire mientras ingresamos a nuestros domicilios...Estamos solos cada vez que esperamos un micro y en la parada un par de "chabones" te sacan lo poco que tenés (pero fundamentalmente tuyo) y encima te golpean, te manosean, o, como le sucedió a la hija de una amiga embarazada de 6 meses, le pegaron en su vientre poniendo en riesgo la vida de esa criatura que aún no ha nacido y, sin embargo, ya ha sufrido la violencia de este mundo.
Y estamos solos cuando nos desalentamos a denunciar, porque sabemos que el papeleo nos traerá más complicaciones a nosotros que a los delincuentes, o que al no haber heridas de gravedad o directamente víctimas fatales, la denuncia o exposición queda perdida en algún cajón, durmiendo el sueño de los injustos (porque es injusto que la violencia cotidiana se nos haga carne y nos acostumbremos a convivir con ella, como si fuera el aire mismo que respiramos).
Estamos solos cuando el temor nos invade y abandonamos la lucha, porque no sabemos qué nos puede pasar a nosotros mismos o a otras personas queridas...Y ahí, es donde el miedo nos acorrala, nos empuja contra una pared inmensa, nos empuña con una espada dolorosa y sólo nos quedan dos opciones: acurrucarnos en un rincón y dejarnos vencer o tomar la determinación de escapar y comenzar una carrera contra el tiempo. Aprendí que en la vida, la única forma de vencer al miedo, es enfrentarlo, mirarlo a la cara y pelear contra él, porque de lo contrario nos volvemos seres sin luz, ni vida propia...nos convertimos en trozos de carne ambulantes a los que nada los conmueve, por miedo.
Y por más solos que estemos, aunque sintamos en algún momento que somos Quijotes peleando contra molinos de viento, tenemos que saber que, por lo menos, lo estamos intentando, que estamos haciendo ALGO para revertir esa situación que nos cambió la vida para siempre. Porque sólo un enorme dolor nos moviliza para salir de ese rincón en donde estábamos mirando cómo la vida pasaba por nuestro lado. No importa cuánto tardemos en reaccionar, lo importante es reaccionar en algún momento y saber que únicamente nosotros, cada uno de nosotros, somos los que podemos cambiar el rumbo del barco en el que navegamos este océano llamado vida y quienes decidimos si esquivamos la tormenta o la enfrentamos para llegar a nuestro destino.
De vez en cuando, descubrimos que hay otros, tan solos como nosotros, peleando batallas similares, paralelas, y comenzamos a darnos cuenta de que si nos sumamos, la lucha no es ni tan cruel ni mucha, que podemos tomar una posta en el camino, que podemos confiar en esos otros que tienen nuestra misma meta, porque ya la vida y el miedo les quitó tanto que no tienen nada que perder... Cuando se toca el fondo del pozo, nos resta quedarnos ahi, hasta morir, o buscar la forma de salir y volver a la superficie.
Y si alguna vez, todos los que estamos solos, consiguiéramos unirnos y gritar juntos qué es lo que estamos buscando, qué es lo que nos pertubó de tal manera, qué es lo que nos quitó la paz...tal vez, y sólo tal vez, algún día descubramos que vencimos al monstruo, que dejamos de estar paralizados y que hicimos algo por lo cual sentirnos orgullosos de nosotros mismos.No estemos solos, porque individualmente no vamos a conseguir nada. Busquemos a esos otros que pelean nuestras mismas batallas, unamos fuerzas, seamos héroes de nuestra propia vida.
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