Salís a la calle y ves que la gente sigue su rumbo. Cada mañana, miles, millones de personas, salen de sus casas para trabajar, hacer lo que saben, lo que aprendieron, lo que no les quedó más remedio que hacer, para ganarse el peso y poder llevarles el pan a sus hijos.
Cada mañana, miles, millones de personas, resignan sus derechos porque de lo contrario, se quedan sin nada. Trabajan horas de más, no cobran las extras, les hacen firmar recibos por dinero no percibido y sufren el apriete de quienes los emplean porque la situación es difícil. La edad, el desempleo, la crisis y el bla, bla, bla que todos conocemos porque lo hemos dicho, lo hemos vivido o tuvimos algún familiar o conocido que aceptó esas reglas del juego para poder sostener su casa dignamente.
Y cada mañana, miles, se quedan mirando desde afuera un mundo al que no pueden acceder, porque no tuvieron las herramientas para capacitarse, tener un oficio y ser libres para elegir. No tuvieron libertad desde la primera vez que pisaron una escuela. Porque el sistema público, que es el que los beneficia, cierra sus puertas cada vez que a algún gremialista se le ocurre. El mismo gremialista que no vé las injusticias que suceden en otros ámbitos. El mismo gremialista que, seguramente, hoy mandó a sus hijos al colegio porque concurren a uno privado.
En los discursos te hablan de la dignidad de la persona. ¿De qué dignidad me hablás, si a los pibes los tienen como maleta de loco? Que un día no tienen clases porque paran los docentes, otro día tampoco tienen clases porque paran los auxiliares. Otro día el gremio completo para en solidaridad con los médicos que reclaman una mejora y ahí pierden un día más. Después porque los feriados se celebran un día antes, después porque a nadie se le ocurrió hacer las reparaciones necesarias para que los baños contengan a mil pibes que necesitan acceder durante los 10 o 15 minutos que dura un recreo, o las paredes electrificadas que nadie controló. O las ratas en las cocinas. O los robos. Y las justificaciones (o excusas) podrían seguir infinitamente.
¿De qué dignidad me hablás, si los chicos van a la escuela con la intención de recibir el plato de comida más importante del día, que hasta hace poco tiempo era cotizado en menos de 10 pesos por chico? ¿O para que les firmen el certificado de asistencia que deben presentar ante las autoridades que justifique que van a la escuela y que muchos docentes firman porque los directivos no quieren tener problemas con los padres?
¿De qué dignidad me hablás, cuando esos mismos docentes que hoy realizan un paro, cuando comienzan las clases reciben amenzas de muerte de un chico que fue estigmatizado por los mismos que hoy dicen que luchan por su derecho a la educación, cerrándole la puerta, como se la cerraron tantas veces en todos estos años?
¿De qué dignidad me hablás, si los escuchás decir "X, basura, vos sos la dictadura", y ves por las redes los mensajes ofreciendo 400 pesos, más vianda, más viático, para asistir a las marchas y hacer bulto? ¿Saben los que gritan qué es "la dictadura"? ¿Tienen idea de lo que representó para muchas personas? ¿Se imaginan que si estuvieran viviendo en una dictadura podrían gritarlo tan libremente, coartando la libertad de tránsito de otros miles que no tienen a nadie que los represente? ¿Son conscientes de que en una dictadura no podrían siquiera estar protestando?
¿De qué dignidad me hablás, si pactaron durante los últimos años con quienes se robaron todo, si se eternizan en el poder para seguir bancando sus vidas que en nada se parece a la que llevan todos esos que dicen representar? ¿De que dignidad nos hablan, si ellos no se bajan los sueldos, no los donan, no hacen más que pedir sin dar nada a cambio por los que menos tienen y son rehenes del sistema público?
¿De qué dignidad me hablás?
Cada mañana, miles, millones de personas, resignan sus derechos porque de lo contrario, se quedan sin nada. Trabajan horas de más, no cobran las extras, les hacen firmar recibos por dinero no percibido y sufren el apriete de quienes los emplean porque la situación es difícil. La edad, el desempleo, la crisis y el bla, bla, bla que todos conocemos porque lo hemos dicho, lo hemos vivido o tuvimos algún familiar o conocido que aceptó esas reglas del juego para poder sostener su casa dignamente.
Y cada mañana, miles, se quedan mirando desde afuera un mundo al que no pueden acceder, porque no tuvieron las herramientas para capacitarse, tener un oficio y ser libres para elegir. No tuvieron libertad desde la primera vez que pisaron una escuela. Porque el sistema público, que es el que los beneficia, cierra sus puertas cada vez que a algún gremialista se le ocurre. El mismo gremialista que no vé las injusticias que suceden en otros ámbitos. El mismo gremialista que, seguramente, hoy mandó a sus hijos al colegio porque concurren a uno privado.
En los discursos te hablan de la dignidad de la persona. ¿De qué dignidad me hablás, si a los pibes los tienen como maleta de loco? Que un día no tienen clases porque paran los docentes, otro día tampoco tienen clases porque paran los auxiliares. Otro día el gremio completo para en solidaridad con los médicos que reclaman una mejora y ahí pierden un día más. Después porque los feriados se celebran un día antes, después porque a nadie se le ocurrió hacer las reparaciones necesarias para que los baños contengan a mil pibes que necesitan acceder durante los 10 o 15 minutos que dura un recreo, o las paredes electrificadas que nadie controló. O las ratas en las cocinas. O los robos. Y las justificaciones (o excusas) podrían seguir infinitamente.
¿De qué dignidad me hablás, si los chicos van a la escuela con la intención de recibir el plato de comida más importante del día, que hasta hace poco tiempo era cotizado en menos de 10 pesos por chico? ¿O para que les firmen el certificado de asistencia que deben presentar ante las autoridades que justifique que van a la escuela y que muchos docentes firman porque los directivos no quieren tener problemas con los padres?
¿De qué dignidad me hablás, cuando esos mismos docentes que hoy realizan un paro, cuando comienzan las clases reciben amenzas de muerte de un chico que fue estigmatizado por los mismos que hoy dicen que luchan por su derecho a la educación, cerrándole la puerta, como se la cerraron tantas veces en todos estos años?
¿De qué dignidad me hablás, si los escuchás decir "X, basura, vos sos la dictadura", y ves por las redes los mensajes ofreciendo 400 pesos, más vianda, más viático, para asistir a las marchas y hacer bulto? ¿Saben los que gritan qué es "la dictadura"? ¿Tienen idea de lo que representó para muchas personas? ¿Se imaginan que si estuvieran viviendo en una dictadura podrían gritarlo tan libremente, coartando la libertad de tránsito de otros miles que no tienen a nadie que los represente? ¿Son conscientes de que en una dictadura no podrían siquiera estar protestando?
¿De qué dignidad me hablás, si pactaron durante los últimos años con quienes se robaron todo, si se eternizan en el poder para seguir bancando sus vidas que en nada se parece a la que llevan todos esos que dicen representar? ¿De que dignidad nos hablan, si ellos no se bajan los sueldos, no los donan, no hacen más que pedir sin dar nada a cambio por los que menos tienen y son rehenes del sistema público?
¿De qué dignidad me hablás?
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