El debate sobre el aborto demostró que en la Argentina hay más de una grieta. Que no se discutió sólo si el aborto dejaba de ser clandestino. Que la sociedad aún persiste en señalar a la mujer como única culpable o responsable de llegar a esa decisión extrema. Que muy pocos hablaron de la violencia doméstica sufrida, de los hombres que no quieren cuidarse porque "con preservativo no se siente igual", o "por una vez que no lo usemos no pasa nada". Ni de los médicos, parteras, enfermeras o simple "gente" que en condiciones paupérrimas se ofrece para realizar esa práctica, cobrando fortunas y amenazando a la mujer de que no denuncie. Ni del maltrato sufrido por quienes terminan con una infección generalizada, ya sea porque el aborto se produjo en forma espontánea o no, pero que en vez de tratar la emergencia clínica, humillan y amenazan a alguien que ya de por sí está en una situación de extrema vulnerabilidad.
No. Nada de eso se trató. Sin embargo, al mismo tiempo, se abría otra pequeña grieta que fue asomando entre uno y otro bando, si bien aún muy pocos siguieron la causa con el fervor de la debatida en el Congreso. Los "pañuelos rojos" que claman por mejorar los tiempos del sistema de adopciones.
Y, junto con ellos,la historia de una mujer que relata su experiencia por haber abortado, y que luego adoptara a dos criaturas, una de ellas con una condición de salud particular.
Leer las respuestas a esa historia da escalofríos. Porque muchos señalaron que fue el "karma" que tiene que pagar por haberse realizado dos abortos. El "castigo divino" a su pecado. El acto de amor más grande, abrirle la puerta a alguien que no lleva su sangre y que, además, debe recibir cuidados y atención especial, merece ser aplaudido y respetado.
Porque conozco muchas historias en las que personas que reciben a un chico en adopción,lo devuelven cuál paquete sólo porque no saben cómo hacerle comprender que ahora tiene una familia y TODOS, pareja e hijo, deben adaptarse. Que ese chico tiene a sus espaldas una historia, conflictos, que a veces está transitando una adolescencia más dura que otros chicos porque debe sobrellevar maltratos y abandonos. Y sólo por eso, lo vuelven a abandonar.
Hoy en día, el sistema legal de adopciones en nuestro país DEBE hacer algo urgente para mejorar la situación de miles de chicos que maduran sus vidas dentro de un expediente dormido en algún estante de tribunales. Para terminar con las mafias que lucran con vidas de mujeres que no saben qué hacer. Para que esos hijos tengan el amor que se merecen. Porque ningún hijo es el karma a pagar por lo que se hizo. Porque no hay hijos de segunda. Porque hay que tener mucho amor en el corazón para dejar entrar en la vida a alguien especial.
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