miércoles, 19 de enero de 2011

La cultura del no me importa

            Vivimos en una sociedad con reglas a cumplir. Con normas de conducta para marcar un límite entre lo que está bien y lo que está mal, para que la convivencia entre las personas se produzca en un marco de respeto y mutua cooperación. Y este criterio está planteado más allá de los valores morales o religiosos, son conceptos básicos que hacen a una sociedad madura.


            Como ejemplo, las normas viales indican cuáles son los parámetros de velocidad para circular en distintos sectores ya sean calles, avenidas y rutas. Cada una tiene su límite de velocidad específico y no es por un capricho que este límite existe. Existe para que entre los distintos vehículos no se produzcan accidentes, para que los peatones tengan su tiempo para cruzar calles. Existen las normas para evitar el caos y organizar el tránsito.

           Y así como con el tránsito pasa esto, las normas de convivencia existen en muchos aspectos de la vida. Por ejemplo, y volviendo con el tránsito, el nivel de alcohol en sangre tiene como función prevenir accidentes y evitar muertes. Y como así también tantas otras normas que ordenan la vida de una ciudad.

            Sin embargo, cada vez más, se cruza el límite que imponen esas normas de convivencia. En algunos casos sobrepasarlas no implica ningún riesgo de vida, pero sí marcan que no se respeta lo que es una regla de conducta. Y como muestra basta un botón. Leo en un medio que un grupo de cerca de veinte jóvenes querían ingresar a un local de comidas rápidas casi a las seis de la mañana. El local se encontraba cerrado a la atención al público por una ordenanza municipal que asi lo impone y, además, por tareas de limpieza. Y, ante la negativa, los jóvenes rompieron vidrios y agredieron al personal de seguridad. Más allá de la norma, el descontrol ante una regla que, más allá de su lógica, debe cumplirse y respetarse.

              Encedemos los televisores y vemos jóvenes que salen a romper propiedades ajenas, ya sean vehículos, casa o locales, sin ninguna razón. O, por ejemplo, en uno de los realitys que pasan actualmente, los participantes arman "guerras" y destrozan el lugar con la convicción de que eso divierte y es gracioso, de que esa actitud entretiene y da rating.

            Existe una cultura de la incultura, del no me importa. Una actitud ante la vida que se hace daño a sí misma, ya que el alto consumo de alcohol pude provocar la muerte del propio alcoholizado. La rotura de propiedad privada es un delito. Ni hablar de una larga seguidilla de pequeñas actitudes que hacen la vida más complicada y si, nos respetásemos entre todos, sería mucho más fácil convivir. Porque esas reglas que mucha gente no respeta, son las mismas reglas que luego exigen para sí mismos.

            Imaginemos una sociedad en donde impere el "no me importa", en donde nadie regule nada, en donde cada uno haga su gusto y placer sin tener en cuenta al otro. Imaginemos una sociedad absolutamente descontrolada. ¿Cómo sería esa sociedad? ¿Cómo sería vivir bajo el imperio del no me importa y del descontrol?

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