martes, 18 de octubre de 2022

El ojo que todo lo ve.


 El ojo que todo lo ve.


La nueva edición de Gran Hermano en Argentina ya cumplió su comentido. En las redes, generó adhesiones, odios, broncas, empáticas, llantos, denuncias y hasta escraches.

Los 18 participantes esperan llegar al último programa y ser quien apague la luz de la casa más famosa del país y del mundo. Se han presentado como grandes estrategas, excelentes jugadores y plnene cara de jodidos mientras dicen que son competitivos y que no van a perdonar a nadie. 

Los que tenemos varias ediciones encima, sabemos que esos no tienen la menor idea de nada. Que el que gana es el que logre meterse al público en el bolsillo, a fuerza de simpatía, por historia de vida o porque hace las cosas de una forma tal, que consigue ese apoyo jornada a jornada para quedarse en la casa.

El casting no asombra, solo una persona de 60 años, dos que andan en la cuarentena, dos treintañeros y el resto, todos sub 30. El elenco típico de este programa. Chicas que muestren traseros y chicos musculosos. Alguno con la historia triste, que conmueve de entrada.

De a poco las estrategias se les van a ir al diablk y van a aflorar las personalidades reales. Van a extrañar, van a llorar, se van a querer ir. Una vez que olviden que tienen casi 100 camaras grabándolos las 24 horas del día, contarán eso que, quizás, no se han atrevido a decirle a nadie. Sus secretos saldrán a la luz. Sus dolores. En el camino van a quedar los que no logren conmover, o sumarse a un grupo que no lo nomine.  

Nosotros debatiremos si chuparon mucho, si tuvieron relaciones debajo de las mantas, si tal o cuál se le hace el amigo a alguno para después expulsarlo. Veremos las miserias y, ojalá, las riquezas que pueden tener los seres humanos en una convivencia.

El canal, ya ganó.

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