miércoles, 7 de agosto de 2024

El problema de la mentira de la deconstrucción.

 Hace unos años, veíamos en los medios hablar a un presidente, y decía que venía a acabar con el patriarcado. Cuestionaba a quienes golpeaban a las mujeres y abría un ministerio que fue bastante cuestionado por sus muchos gastos y por sus pocos resultados.


Ahora, nos estamos enterando que, ese mismo presidente, mientras agitaba la bandera de una causa que, año a año, provoca muchas víctimas fatales, él mismo era un golpeador.


Nos estamos desayunando que, la mujer del presidente, fue salvajemente atacada por su pareja, y recién ahora denuncia. 


A través de una investigación por otra causa, se descubren imágenes en un celular de Fabiola Yañez golpeada, desfigurada y chats en dónde se deja claro que no fue la primera vez que eso ocurría. 


Y, por muchas razones, no me preocupa personalmente Fabiola. Me preocupa que en los últimos dos años, hubo una enorme cantidad de testigos de estos hechos que guardaron silencio. Me preocupa que el nefasto "no te metas" cerró un círculo en torno a Alberto y no filtró absolutamente nada a ningún medio, no siquiera a los opositores, que se hubieran hecho un postre con esta información en caliente.


Me preocupa pensar que, con el rango de Primera Dama y el acceso a los medios que tenía Fabiola, desde el mismísimo Ministerio de la Mujer se le haya respondido con un "ya va a pasar, no podemos hacer nada". ¿De qué carajo sirven los bancos rojos, si cuando una mujer, sea quien sea, llama pidiendo ayuda, se la ignora? ¿De qué sirve hablar de la famosa deconstrucción, si cuando alguien está en riesgo, se mira para otro lado? Se gastaron millones en ese ministerio, en sueldos, de personas que, si silenciaron un pedido de auxilio de la mujer más expuesta del país, no quiero imaginar qué habrá pasado con las cientos de desconocidas que solicitaron una solución a su problema...


Porque el problema no son "Fabiola y Alberto". El problema es el sistema que, hasta ahora, hizo silencio y miró para otro lado. El problema es la cantidad de empleados de Olivos que fueron testigos de la violencia y no filtraron absolutamente nada. 


El problema sigue siendo pensar que "todo de arregla debajo de las sábanas", como le dijeron a mi mamá hace unos 50 años, y notar que nada ha cambiado. Que nadie saca la cara por una víctima. 


El problema es que si se actuó así con gente tan expuesta como los protagonistas de estos días, cómo se interviene con las miles de Fabiolas que no tienen acceso a los medios, ni testigos, ni el poder o la llegada a soluciones para cortar con la violencia.

Ojalá, en algún momento, se entienda que la solución no es hablar con la "e", ni pintar de rojo bancos, ni salir a mostrar las tetas rompiendo todo a su paso, como animales salvajes. La solución en enseñar que la violencia tiene un límite, que las instituciones respondan ante un llamado de quién sea, que no se tema en denunciar a Juan X de una villa o al mismísimo Presidente de la Nación y que la justicia les haga pagar con todo el peso de la ley a quien corresponda, por más cargos, títulos o dinero que tenga. 


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