Ya no te creo, hermana.
Estamos asistiendo al fin del ultrafeminismo conocido hasta hoy. Ese que levantaba las banderas en contra de la violencia ejercida en contra de la mujer a ultranza, solo con la declaración de la víctima como única prueba.
Ha llegado el tiempo de los peros, que plantan la semilla de la duda, de la posibilidad de que eso tan horrible no haya pasado tan así como se cuenta o muestra, de dudar hasta de la prueba fotográfica, y casi hasta les falta decir la frase de mi abuela paterna a mi madre, cuando apareció con un ojo morado por un golpe de mi padre: "qué habrás hecho para merecértelo".
Porque el ultrafeminismo, que hace unos años acompañó a una actriz a denunciar a su supuesto abusador sin más pruebas que su historia, ocurrida unos diez años antes, en otro país, hoy da un paso hacia atrás para salir a acompañar a la expareja del expresidente.
Ahora, que hasta los opositores a la ideología (más allá de las responsabilidades que haya tenido está mujer en la fiesta de Olivos y otros hechos) empatizamos con ella, con su ojo en compota, con el moretón de su brazo.
Nos horrorizamos de su relato de violencia normalizada, porque muchas/muchos hemos sido víctimas o testigos de situaciones parecidas con nuestros mayores, en dónde las idas y venidas eran cotidianas, y cada persona es un mundo que soporta lo insoportable poe amor, dependencia, temor o sometimiento.
Imaginate que una mujer cualquiera le tiene miedo a un tipo que, quizás, ni siquiera trabaja, o apenas le da lo básico, ¿Cómo no temerle al hombre que detenga el mayor poder del país, al que todos responden, el que tiene amigos y conocidos en todos lados y puede darse el lujo de amenazarte con lo que sea, para sostener su situación de poder sobre vos?
El "yo te creo, hermana", pasó al "ya no te creo", porque si ellas lo reconocen tienen que soltar a sus líderes, a los que aplaudieron como "aliades", y admitir que también fueron sometidas al famoso poder patriarcal. Porque fue un hombre el que las subyugó, haciéndose el que combatía sus luchas a la par, mientras a puertas cerradas hacía todo lo contrario.
Hoy vemos fotos. Vemos videos. Sabemos que él era agresivo con las mujeres desde antes de su cargo nacional, a través de las respuestas sobradorad a mujeres en las redes sociales. Sabemos que era violento con sus congéneres mediante un vídeo en el que se lo ve golpeando a un hombre. Y, sin embargo, muchos compraron el discurso de la moderación y cerraron los ojos para "apoyar el proyecto".
Votaron sin cuestionar nada, porque era lo que "La Jefa" les había mandado y no porque fuera la mejor opción real. Votaron con el asco de casarse con alguien a quien detestaron muchos años, pero era el bendecido por la otra líder, a la que obedecen como obnubilados.
Ya no te creo, hermana, pero a vos, que ahora reculas en chancletas, cuando no sabés que hacer, porque tus convicciones no eran reales, sino que tenían un tinte ideológico y no sinceras ganas de que las mujeres seamos verdaderas protagonistas de nuestras historias.
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