La cosa viene dándome vueltas por la cabeza hace rato. El tema es que la identidad no es un tema fácil de tratar. Pero de un tiempo a esta parte, como que existe una apertura con respecto a cómo nos llamamos, cómo nos sentimos, de quién somos hijos y de quién no.
A partir de los juicios a los militares que durante la última dictadura militar promovieron el robo de bebés de los detenidos-desaparecidos, de la lucha por las Abuelas de Plaza de Mayo por recuperar esos niños, hoy hombres y mujeres, disponer de un banco genético para quien tenga dudas sobre su identidad, se produce una consciencia de cada uno sobre "quién soy" y a partir de ahí, recuperar la identidad robada.
O, a partir de una convicción interior, quien siente que su cuerpo no se corresponde a lo que siente, piensa y vive internamente, la identidad de género les da la posibilidad de presentarse ante la sociedad como ellos eligen manifestarse. Y pueden obtener su documento con el sexo que eligieron, y con el nombre que decidieron tener, ya que presentarse con cuerpo de mujer y DNI de hombre se complica para tener trabajo, educación o créditos.
Pero habemos muchos (me cuento en esta lista olvidada) que sabemos quienes son nuestros padres, o que no tenemos conflicto con el género con el que nacimos. Sin embargo, no podemos decidir manifestar nuestra identidad completamente.
¿Por qué? Porque las leyes argentinas aún imponen que el apellido paterno figure primero en el documento de una persona. Y una vez que un hombre reconoce a un chico, no es posible "divorciarse", máxime cuando ese padre, luego del reconocimiento, se aleja en todos los sentidos de la persona (porque a veces parece que muchos, incluso quienes dictan las leyes, se olvidan que un hijo ES una persona) a quien "reconoció" como hijo.
¿De qué sirve llamarse como Fulanito, si a ese Fulanito no le importó saber nada de la vida del reconocido? ¿Si no se ocupó de su salud, de su educación? ¿Si no le proporcionó apoyo económico ni afectivo? Sobre todo afectivo, porque un cheque mensual tampoco se llama amor.
Ir a una consulta médica y que alguién te pregunte si sos "hija de Fulanito", cuando Fulanito además de ausentarse por 30 años, estafa a mucha gente, no es para nada grato. Al contrario, es llevar una carga pesada.
En mi caso particular, elegí contar mi propia historia. Sé quién soy, y cuando cumplí la mayoría de edad decidí sumar en el documento el apellido de la persona con quien sí me identifico: mi madre. Decidí ser Cristina Vañecek antes de los 18 años y cuando pude, sumé ese apellido legalmente, como homenaje a la persona que me acompañó en los peores momentos de mi vida.
Esta decisión se suma a otra, a renunciar a cualquier reclamo sobre derechos a herencias forzosas (ese gesto también se llama coherencia). Desligo lazos con una familia que jamás se interesó por mi o por mi hermano. Para decir verdad, ellos rompieron esos lazos mucho antes de que yo tomara consciencia de toda esta situación.
Hoy ya sé que modificar la documentación sería engorroso (aunque la ausencia de un apellido no debería modificar nada, ya que todo se lleva por el número de documento de identidad, no?). Pero sería bueno que algún representante del pueblo recuerde que los hijos abandonados también tenemos derecho a nuestra identidad. No a la que nos impone la ley, a la que nuestros sentimientos y afectos nos impone.
A partir de los juicios a los militares que durante la última dictadura militar promovieron el robo de bebés de los detenidos-desaparecidos, de la lucha por las Abuelas de Plaza de Mayo por recuperar esos niños, hoy hombres y mujeres, disponer de un banco genético para quien tenga dudas sobre su identidad, se produce una consciencia de cada uno sobre "quién soy" y a partir de ahí, recuperar la identidad robada.
O, a partir de una convicción interior, quien siente que su cuerpo no se corresponde a lo que siente, piensa y vive internamente, la identidad de género les da la posibilidad de presentarse ante la sociedad como ellos eligen manifestarse. Y pueden obtener su documento con el sexo que eligieron, y con el nombre que decidieron tener, ya que presentarse con cuerpo de mujer y DNI de hombre se complica para tener trabajo, educación o créditos.
Pero habemos muchos (me cuento en esta lista olvidada) que sabemos quienes son nuestros padres, o que no tenemos conflicto con el género con el que nacimos. Sin embargo, no podemos decidir manifestar nuestra identidad completamente.
¿Por qué? Porque las leyes argentinas aún imponen que el apellido paterno figure primero en el documento de una persona. Y una vez que un hombre reconoce a un chico, no es posible "divorciarse", máxime cuando ese padre, luego del reconocimiento, se aleja en todos los sentidos de la persona (porque a veces parece que muchos, incluso quienes dictan las leyes, se olvidan que un hijo ES una persona) a quien "reconoció" como hijo.
¿De qué sirve llamarse como Fulanito, si a ese Fulanito no le importó saber nada de la vida del reconocido? ¿Si no se ocupó de su salud, de su educación? ¿Si no le proporcionó apoyo económico ni afectivo? Sobre todo afectivo, porque un cheque mensual tampoco se llama amor.
Ir a una consulta médica y que alguién te pregunte si sos "hija de Fulanito", cuando Fulanito además de ausentarse por 30 años, estafa a mucha gente, no es para nada grato. Al contrario, es llevar una carga pesada.
En mi caso particular, elegí contar mi propia historia. Sé quién soy, y cuando cumplí la mayoría de edad decidí sumar en el documento el apellido de la persona con quien sí me identifico: mi madre. Decidí ser Cristina Vañecek antes de los 18 años y cuando pude, sumé ese apellido legalmente, como homenaje a la persona que me acompañó en los peores momentos de mi vida.
Esta decisión se suma a otra, a renunciar a cualquier reclamo sobre derechos a herencias forzosas (ese gesto también se llama coherencia). Desligo lazos con una familia que jamás se interesó por mi o por mi hermano. Para decir verdad, ellos rompieron esos lazos mucho antes de que yo tomara consciencia de toda esta situación.
Hoy ya sé que modificar la documentación sería engorroso (aunque la ausencia de un apellido no debería modificar nada, ya que todo se lleva por el número de documento de identidad, no?). Pero sería bueno que algún representante del pueblo recuerde que los hijos abandonados también tenemos derecho a nuestra identidad. No a la que nos impone la ley, a la que nuestros sentimientos y afectos nos impone.
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