Muchas veces suceden cosas a nuestro alrededor a las que no le prestamos atención. La vida sigue y eso que le pasa "al otro", nos pasa por un costado, sin siquiera rozarnos. Hasta que un día, algo sacude nuestra vida. Un terremoto emocional nos estremece hasta lo más profundo de nuestro ser. Comenzamos a mirar a nuestro alrededor y es en ese momento cuando descubrimos que todas las personas que nos rodean, no nos prestan atención y pareciera que nuestra desgracia les pasa por un costado, sin siquera rozarlos.
Entonces es cuando nos damos cuenta de que con una palmadita en la espalda no nos alcanza. Que necesitamos algo más. Y nos acercamos a otros que hayan pasado por una circunstancia similar, porque son los únicos que saben exáctamente qué sentimos.
Pero hay otra forma. Una forma de acercarse al otro, aún cuando no hayamos vivido algo parecido a su tragedia. Y es ponerse en los zapatos del otro. No es un ejercicio fácil, pero tampoco es algo imposible de hacer. Es simplemente pensar en lo que a esa persona le sucedió, e imaginarnos cómo nos sentiríamos nosotros. Es acercarnos a su dolor.
Y hoy en día a muchos nos pasa (me incluyo) que cuando a algún conocido le ocurre algo, hacemos la vista a un lado. Pero no nos damos cuenta de que en algún momento, "eso" nos puede pasar a nosotros.
Somos amigos cuando nos pasan cosas buenas. Y muchas veces, los colores de la camiseta vale más que el sentir cotidiano. Un ejemplo son los mundiales de fútbol. Si nuestro equipo gana el partido, somos capaces de darnos un fraterno abrazo hasta con esa persona con la que, normalmente, no nos hablamos. Pero en los momentos tristes, tal vez ni nos acercamos para saber cómo está. Y es en ese momento, cuando más nos necesita!
Comencemos a mirar al otro como si fueramos nosotros mismos. Comencemos a ser solidarios con quien se nos cruza en el camino y sufre una tragedia. Comencemos a mirar al otro como si fuésemos nosotros mismos. Usemos un poco sus zapatos, para saber qué le duele y de esa forma, descrubriremos cómo lo podemos ayudar!
Entonces es cuando nos damos cuenta de que con una palmadita en la espalda no nos alcanza. Que necesitamos algo más. Y nos acercamos a otros que hayan pasado por una circunstancia similar, porque son los únicos que saben exáctamente qué sentimos.
Pero hay otra forma. Una forma de acercarse al otro, aún cuando no hayamos vivido algo parecido a su tragedia. Y es ponerse en los zapatos del otro. No es un ejercicio fácil, pero tampoco es algo imposible de hacer. Es simplemente pensar en lo que a esa persona le sucedió, e imaginarnos cómo nos sentiríamos nosotros. Es acercarnos a su dolor.
Y hoy en día a muchos nos pasa (me incluyo) que cuando a algún conocido le ocurre algo, hacemos la vista a un lado. Pero no nos damos cuenta de que en algún momento, "eso" nos puede pasar a nosotros.
Somos amigos cuando nos pasan cosas buenas. Y muchas veces, los colores de la camiseta vale más que el sentir cotidiano. Un ejemplo son los mundiales de fútbol. Si nuestro equipo gana el partido, somos capaces de darnos un fraterno abrazo hasta con esa persona con la que, normalmente, no nos hablamos. Pero en los momentos tristes, tal vez ni nos acercamos para saber cómo está. Y es en ese momento, cuando más nos necesita!
Comencemos a mirar al otro como si fueramos nosotros mismos. Comencemos a ser solidarios con quien se nos cruza en el camino y sufre una tragedia. Comencemos a mirar al otro como si fuésemos nosotros mismos. Usemos un poco sus zapatos, para saber qué le duele y de esa forma, descrubriremos cómo lo podemos ayudar!
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