jueves, 27 de agosto de 2015

En red.



Como una tela de araña, que nace en un centro y se expande hacia afuera, la red cibernética es ilimitada y jamás comprenderemos su alcance. Un claro ejemplo son las fotos, bromas, videos que día a día nos llegan desde los diferentes sistemas de comunicación virtuales, en los que el efecto expansivo de la bomba que se tira es impensable.

Vos sacás una foto curiosa o llamativa por determinada razón y la enviás a un amigo. Este amigo, para divertirse con otras personas que vos no conocés, le manda esa imagen a varios amigos más. Y así hasta el infinito, hasta que la foto, tal vez, llegue a nuevamente a tu teléfono, sin que la persona sepa que fuiste el autor original o, quizás, se sienta sorprendido de que protagonices algo “viral”.

Así, tu imagen puede llegar a los lugares más impensados, personas a las que jamás en tu vida verás, conocerás te verán o verán eso que te impactó. El reenvío de archivos es inmanejable. Algo desagradable, que te llega por medio de una persona adulta, puede caer en manos de tu hijo, menor de edad y ver algo que no está destinado para él o para su edad. Porque tal vez vos lo reenviaste a otro adulto, que lo pasó a su hijo mayor de edad, quien le mostró al hermano más chico y éste le pidió que se lo envié…y el adolescente lo sube a un grupo de compañeros de la escuela, de amigos de club.

Como adultos responsables, ¿sabemos qué herramienta se le da a un chico cuando se le entrega un teléfono celular? ¿se le controla sus contactos, qué mensajes recibe? ¿Cómo padres, nos tomamos el tiempo de cuidarlos, de explicarles, de educarlos antes de lanzarlos a la jungla incontrolable que es una red social?

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