viernes, 17 de diciembre de 2010

¿La vida sigue igual?

            Recuerdo que hace varios años, cuando un chofer de colectivo fue asesinado durante su turno laboral, todo el gremio, sumado los conductores de taxis y remises, pararon por varias horas, y acompañaron el cortejo fúnebre y luego continuaron con la medida en reclamo por las modificaciones en el sistema de pago sobre el transporte y la definitiva implementación de la tarjeta magnética, para no tener más dinero sobre las unidades y proteger a los choferes de los robos.

            El paro que se hizo en ese momento aceleró la decisión de dejar de pagar el servicio de colectivos sobre las unidades. El reclamo, potente, tuvo el resultado esperado. Aunque los hechos de inseguridad continuaron ocurriendo, pero no con resultados tan lamentables.

            Hace unos ochenta días un comerciante fue baleado en ocasión de robo, y su nombre fue la bandera de sus vecinos para reclamar seguridad en el sector. Sin embargo, las marchas que se realizan, ya sea convocadas por la ONG de los Familiares de las Víctimas, ya sea por los mismos vecinos del comerciante, no han sido tan impactantes ni convocantes como la realizada en aquélla oportunidad por los choferes. Como si la muerte de uno difiriera de la del otro. Como si al resto de la ciudad no le afectaran los robos, los asaltos ni las muertes.

            Y, finalmente ayer, ése comerciante no pudo luchar más. Su cuerpo dijo basta y se entregó. Pero su fuerza ha quedado en su familia, que ha demostrado durante estos ochenta días, que no van a quedarse con los brazos cruzados. Que no van a perder la fe en la Justicia. Que van a continuar con sus reclamos.

         Pero la vida hoy, continuo igual. Los vecinos de Dardo Molina cerraron sus puertas para acompañar sus restos y a su familia en un momento tan duro. Pero el resto de la ciudad continuó con su ritmo habitual. Con sus compras, sus ventas. Ningun otro comerciante cerró sus puertas en señal, ya que no de duelo, de reclamo. Porque a estas alturas sólo algo que impacte fuertemente a la sociedad llegará a tocar a los responsables de que las condenas se cumplan como corresponde. Sólo la presencia de toda la ciudadanía hará saber a quienes nos gobiernan  que la inseguridad no es una sensación, menos para aquéllos que han perdido un ser querido.

          Para que llegue a quienes corresponde el grito callado de la sociedad toda, debe transformarse en algo que impacte. Quedarse detrás del mostrador, detrás del volante, continuar con la rutina cotidiana como si nada hubiese sucedido, no sirve para reclamar. Perder un día de trabajo es menos grave que perder la vida a causa de un asalto. ¿Por qué esperar a que uno de nuestra familia ya no esté para comenzar a participar? ¿Por qué no solidarizarse con quienes ya han perdido a un ser querido, pero no la esperanza de conseguir Justicia? ¿La Justicia que ellos reclaman es otra o diferente a la que nos sirve a nosotros, los que aún podemos participar?

           "Quien hace siempre lo mismo, jamás consigue resultados diferentes". Es decir, si no participamos, si no logramos impactar a los que toman decisiones, si continuamos con nuestra vida cotidiana como si nada hubiese sucedido o como si no nos afectasen las muertes por robos, no podemos pretender que las cosas cambien. No podemos esperar que los legisladores, oficialistas u opositores, cambien alguna ley para sentirnos más protegidos.

             Porque la vida no sigue igual para nadie. Porque en los asaltos sin víctimas fatales también quedan secuelas. La cabeza y el cuerpo no responden como deberían responder. El pánico dura demasiado tiempo. Y en los que se producen hechos lamentables como el que se llevó a Dardo Molina, el dolor por la ausencia, por la impotencia, por la falta de justicia, por la falta de celeridad de la justicia, modifica toda la vida de sus familiares. Y la de sus vecinos. Y, aunque no  nos demos cuenta, la nuestra también. Porque no sabemos cuándo nos va a tocar a nosotros.
       

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