viernes, 29 de junio de 2012

Vorágine

Todos los días nos sumergimos en una vorágine, en la que no nos damos cuenta que estamos. Nos levantamos sobre la hora, apenas tomamos algo y salimos disparados al trabajo/escuela. Corremos para no perder el colectivo, ni llegar tarde, cosa que irremediablemente sucede. De arrebato, engullimos un café recalentado y alguna medialuna que nos termina cayendo pesada, para meternos en nuestras tareas cotidianas.

Nos exigen que seamos los mejores, los más audaces. Nos ponen objetivos inalcanzables y nos dicen que somos mediocres por no llegar, cuando dejamos el alma en la tarea diaria. Nuestras explicaciones son excusas, porque lo que se buscan son resultados. Nos venden que tenemos que tomarnos cinco minutos, pero para demostrar que somos unos "winners", esos cinco minutos son una pérdida irremediable de tiempo...y el tiempo es oro.

Nuestros hijos tienen doble escolaridad. Saben computación, inglés, taekwondo, rugby y hockey. Van a la escuelita de fútbol, a danzas árabes, a la clase de regaeton. A los diez años ya nos dicen que no nos metamos en sus vidas y eligen desde el menú hasta las vacaciones familiares. Las nenas sueñan con ser la artista/cantante/modelo de turno, porque eso es lo que genera plata, y tienen que ser flacas. Los nenes sueñan con ser el crack de fútbol/tenis/basquet porque eso es lo que genera plata y tienen que entrenar.

Cuando llegamos a nuestras casas nadie casi coincide. El padre se quedó haciendo horas extras para poder pagar las zapatillas, el viaje de egresados, lo que se haga para los 15 años. La madre sale corriendo y hace las compras a las apuradas. Los chicos entran y salen y tal vez comen en la casa de algún amigo.

Cuando se juntan, el padre mira la tele, mientras la madre cocina, mientras el hijo juega en la compu, mientras la hija envía sms por el celular. Y los domingos, los chicos vuelven a su casa de madrugada, porque salieron del boliche "fisurados", y para no molestarlos, los dejan dormir. El padre mira el fútbol, la madre prepara un trabajo en la computadora. A la hora de la cena, apenas hablan, porque los chicos tienen dolor de cabeza y apenas pueden articular palabra.

Los abuelos viven lejos. Bah, no tanto, pero a ellos les gusta charlar y tienen otros tiempos, menos acelerados. La semana que viene se los visitará. Y la semana que viene, se postergará para la que viene, y así sucesivamente, hasta que sea tarde.

Como dijo alguien, nos perdemos el paisaje. No vemos lo que nos rodea, no nos detenemos a pensar que mañana la vida se nos puede dar vuelta y no dimos un ultimo beso a la persona que más amamos. La vorágine nos devora y, lo peor, que cuando nos escupe, nos damos cuenta de que estamos solos y vacíos. Y de que nos perdimos de lo más importante: la vida.

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