domingo, 16 de septiembre de 2012

Pesadilla (sin Fredy Kruger)

(Imagen tomada de la web)

No llega a ser medianoche, no son seres que se transforman las noches de luna llena, ni vienen a cobrarse ninguna venganza extraterrenal, y tampoco son inmortales.


A causa de ellos, muchas costumbres van cambiando. Muchos comerciantes cierran sus puertas más temprano, otros vecinos evitan realizar actividades fuera de sus domicilios después de cierta hora. Como en Transilvania, la caída del sol nos señala que ya no es aconsejable estar en la calle. Como en la ciudad del protagonista de "Soy leyenda", a las 18 debemos implementar un retiro casi forzoso, utilizando toda una serie de medidas de seguridad, para que los "zombies, vampiros, seres enajenados" no nos quiten algo más que nuestras pertenencias.

Sin embargo, estos seres ya son inmunes a la luz del sol, y pueden aparecerse a cualquier hora. No los afecta ni la ristra de ajos, ni se esfuman con unas gotas de agua bendita y ponerles un crucifijo no los detiene. Ellos se aparecen, de la nada, e ingresan a los domicilios de quienes hayan salido a pasar un buen momento en familia. O, en muchas oportunidades, se nutren de la violencia y, para obtener lo que buscan, no escatiman en toda clase de violencias hacia los habitantes de esa casa.

Suena exagerado, lo sé, pero es lo que vengo sintiendo, leyendo y observando desde hace mucho tiempo. No es una sensación nueva ésta de ver que los círculos se cierran cada vez más. Que para proteger eso que nos costó tanto (desde un televisor hasta nuestra propia familia), nos aislamos del otro. Que las rejas, las alarmas, los cristales blindados, sirven también para alejarnos de nuestro propio vecino, que nos mira con desconfianza desde su propia mini-fortaleza.

Para llegar a nuestros hogares tenemos que cuidarnos, cambiar horarios, rutas. En muchos casos, al regresar de una reunión de familiares o de cualquier clase de diligencia, nos encontramos con nuestro HOGAR (con todo lo que esa palabra implica) devastado, como si un violento huracán hubiese pasado en nuestra ausencia. Y ahí es donde sentimos la famosa "sensación", esa de la que nadie se hace cargo ni responsable.

Escucho en una radio que a un representante de artistas lo asaltaron, pero no va a hacer la denuncia. Una amiga, al llevar a su hijo a un cumpleaños, equivocó el camino y fue sorprendida por varios "seres" que intentaron abrir las puertas y les arrojaron piedras en los vidrios y sólo evitaron lo predecible por la pericia al conducir. A mi misma, hace unos días, regresando a mi casa, un muchacho se me tiró encima del auto con vaya una a saber qué intención, y, gracias a dios, logré esquivarlo.

Siguen asaltando y golpeando abuelos. Por una miserable suma, los golpean; se enojan si no encuentran lo que buscan y hasta los picanean. Siguen robando a pibes a las salidas de las escuelas, sus zapatillas, sus camperas, sus celulares. Siguen rompiendo techos y burlando sensores de seguridad, y desvalijan viviendas llevándose lo que costó años de sacrificio, o que tal vez se esté pagando en cuotas (duro trago pagar algo que no tenemos, porque nos lo robaron). Cada día descubren alguna nueva técnica para ingresar a comercios, o simplemente entran al mejor estilo "viejo oeste", pistola en mano, y en menos de un minuto arrasan con lo que encuentran.

Son pobres pibes, que no tuvieron una oportunidad, escucho decir por ahí. Y en parte coincido, porque esos pibes no han visto a sus padres trabajar, y crecieron sin saber  o sentir qué es la "dignidad" de ganarse lo que se tiene. ¿Para qué vas a trabajar, si en menos de cinco minutos podés tener mucho más que un sueldo, y encima con la adrenalina que produce ser delincuente? ¡Y encima, como sos menor, entrás y salís y quedás como un "groso" ante el resto de los pibes!

Desde el mismo poder se genera la creación de estos engendros, que no dan nada a cambio de subsidios y planes, y hasta criticando a la misma clase trabajadora, por sólo buscar tener una vida mejor. Quien tiene un televisor, una computadora, un auto, dinero ahorrado, ha sido, en muchos casos, en base al esfuerzo, al ahorro, o a la capacidad de hacer negocios beneficiosos para sí mismo y su grupo familiar. ¿Está mal querer continuar así, y vivir sin sobresaltos? ¿Está mal pretender una sociedad mejor, cuando vemos que la actual no tiene rumbo, se maneja sin normas, sin respetar nada ni a nadie? ¿Está mal pretender que, desde el ámbito que corresponda, se apliquen límites a la delincuencia, para que sepan que robar y matar, tendrá un castigo, sin importar la edad del delincuente?

Esos seres cuando nos roban, nos quitan, como digo siempre, algo más. Nos roban la tranquilidad que nos daba una calle, un barrio, nuestro trabajo, el almacén del barrio. Pero cuando nos roban la seguridad que nos brinda nuestro HOGAR, nos roban mucho más, porque sentimos que ya no existe lugar en el mundo en donde podamos sentirnos tranquilos.

 

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