sábado, 12 de enero de 2013

No mirar para otro lado...






La imagen es impactante. Duele pensar que quién la "pronuncia" ya no está. Pero hace un gran llamado, un llamado a que comencemos a participar, a movilizarnos, a hacer algo para que mañana no seamos nosotros los que protagonicemos esas palabras.

Pienso que algunas cosas se nos van haciendo costumbre, una costumbre trágica que no notamos cuánto nos puede afectar. Abrimos el diario, encendemos el televisor o la radio, y escuchamos que asaltaron a alguien, que robaron a otro, que le pegaron a unos ancianos, que a unos chicos les sacaron camperas y celulares. Decimos "pobres" y a los nuestros un "cuidate" al irse, con la esperanza de que esa palabra los proteja de todo mal...

Como con las adicciones, sólo nos altera la vida una "sobredosis", y cuando sucede una tragedia como la de Once, como la de Cromagnon, vemos la inoperancia de nuestros funcionarios, nos movilizamos en protestas y reclamos, que se van diluyendo hasta que, nuevamente, sólo las familias quedan solas. Y la falta de compromiso de quienes cobran un sueldo para protegernos y cumplir con una tarea prometida en las campañas electorales, se suceden día a día, pero tal vez, acostumbrados a esa mínima dosis de desgracia, nuestras obligaciones cotidianas y rutinas nos hacen verlas sin mirarlas, saberlas sin sentirlas.

En la escalada de violencia, a veces una vida no vale nada...Tal vez, y sólo tal vez, algunas muertes son el "bautismo" del delincuente, demostrar a la bandita que se tiene (¿qué se tiene? ¿falta de consciencia, falta de valores, falta de vergüenza?) ese extra para convertirse en parte de la misma y comenzar la "carrera" criminal, ganarse el "respeto" de los otros integrantes, en definitiva, demostrar que no se tienen escrúpulos y si hay que matar, se mata, dá lo mismo...Como dijo alguien, es la vida nuestra o la de ellos...Pero esa máxima tendría sentido si quien es asaltado tuviera la mínima oportunidad de defenderse, y los crimenes que ocurren hace tiempo en Mar del Plata son a sangre fría, por una moto, por un celular, por unos pesos, o por nada.

Y, mientras tanto, nuestros funcionarios celebran convenios que no se cumplen, firman pactos que nunca llegan a concretarse, se continúan escuchando las mismas palabras que hace un año, que hace dos, que hace cuatro, que hace cinco, cuando los actuales mandatarios asumieron su primer período gubernamental, mientras hablan como si hubieran llegado al cargo ayer. Recuerdo que hace poco más de un año, el mismo día de la reasunción en el poder de las autoridades locales, provinciales y nacionales, todos despertamos con la triste noticia que a un chico, Mariano Martínez, lo mataron a balazos para robarle una moto que estaba probando. Triste signo para este nuevo período en que nuestras autoridades siguen mirando para otro lado, como si la inseguridad fuera algo de otro plano, una palabra que sólo se pronuncia para anuncios que se realizan cuando alguna víctima cobra notoriedad, porque la familia hace fuerza para que ese muerto no quede sin justicia ni en el olvido.

Dejemos de mirar hacia el costado. La vida o la muerte de muchos vecinos también depende de lo que hagamos cada uno de nosotros. Depende de hasta donde nos comprometamos a participar y a reclamar medidas reales, hechos y no palabras. Porque es muy triste esperar a tener un muerto para darse cuenta de que la inseguridad no es una sensación, que no es ESO que le pasó al de la otra cuadra y si no miramos, no existe. Porque en este reclamo estamos nosotros, cada uno de los vecinos de la ciudad de Mar del Plata. Sólos no vamos a lograr nada. Pero si la familia de cada abuelo golpeado, de cada chico asaltado en la puerta del colegio, de cada persona que es asaltada al llegar a su hogar, si cada familia que retorna de una fiesta o de vacaciones y la encuentra vacía, participa, en una de esas las cosas comiencen a cambiar. Sólo nosotros podemos hacerlo.

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