viernes, 19 de julio de 2013

El juego de las diferencias



A casi 20 años de ocurrido el atentado a la AMIA, en nuestro país  no hay responsables de lo ocurrido ni nadie a quien juzgar por las 85 vidas que se perdieron ese 18 de julio, en 1994. Nuestros respectivos gobiernos se hicieron los que lamentaron, pero nunca o casi nunca, tuvieron real acto de presencia en cada recordatorio junto a las familias de las víctimas. Menos este año que, tras firmar un pacto con Iran, nuestra máxima mandataria ni siquiera tuvo la sensibilidad de estar en la ciudad de Buenos Aires este día. (el que no quiere oir...).

Tal vez porque queda en algún lugar del inconsciente que este atentado les ocurrió a ellos, a los que pertenecen a la colectividad judía, y parecería que nuestro gobierno, nuestro país, nuestra Nacion no tuviera nada que ver con el espacio físico en el que ocurrió. Como si gran parte de las 85 víctimas fatales o de los 300 heridos no tuvieran la nacionalidad Argentina, por nacimiento o por opción. Como si la bomba hubiera explotado en un territorio neutral al que nuestra "¿justicia?" no tuviera acceso para poder resolver qué sucedió, cómo, por qué, ni quienes...

Las comparaciones son odiosas. Sin embargo, cuando el 11 de septiembre de 2011 se cumplieron los primeros 10 años del atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York, su presidente les presentaba a los familiares, a los sobrevivientes, al pueblo de los Estados Unidos de Norteamérica y al mundo entero, la cabeza de Osama Ben Laden como trofeo de guerra. "El mundo es un lugar más seguro" había dicho el mandatario de ese país el día en que acribillaron la casa en donde se escondía uno de los hombres más buscados del mundo.


No comparto el método "EEUU" para hacer justicia. No comparto que se bombardeen ciudades y, para "vengar" sus muertos, continúen asesinando inocentes que nada tienen que ver con las guerras de poderes. No me gusta ver imágenes de personas mutiladas, llorando mientras ven las ruinas de sus casas, que seguramente les costó tanto sacrificio como a cualquiera de nosotros construir. No me gusta ver cómo una madre o un padre lleva en brazos a un hijo muerto como víctima de las bombas que, supuestamente, no tienen blancos civiles, pero que por alguna razón, son los que terminan sufriendo las consecuencias de la violencia que no termina.


Sin embargo...sin embargo queda ese gustito amargo de ver o escuchar a los familiares de AMIA en un peregrinar que no tiene fin. En donde aún se discute la marca de la camioneta que llevaba el explosivo y en donde vaya una a saber si algún día verán a alguien detenido, juzgado, condenado y pagando su delito. Porque nuestra "justicia" aún no se ha puesto los pantalones largos para investigar realmente. Porque no es necesario "democratizarla" para que investiguen con independencia del poder público...No hace falta democratizarla. Hace falta que sea verdaderamente independiente del poder político de turno y que éste, deje de ser corrupto y se comprometa realmente con el ciudadano que los votó y no con los gobiernos de los países que pueden llegar a ser parte de un delito...Las comparaciones son odiosas...pero no dejan de ser reales.

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