domingo, 5 de marzo de 2017

¿#CuántasMás?

Hace dos años que se comenzó a usar el hashtag #NiUnaMenos para reclamar a las autoridades por la ola de crímenes sufridos por mujeres en manos de familiares, parejas o exparejas, catalogados como femicidios por el vínculo entre asesino y asesinada.

Y hace dos años que la tasa de femicidios no baja, al contrario, y las acciones de los gobiernos no parecen tener efecto, ni tampoco parece que tuvieran la verdadera decisión de hacer algo al respecto.

Hay una realidad innegable, que el colectivo #NiUnaMenos parecería no ver ver o escuchar. Y es el hecho que muchas mujeres, tras sufrir golpes y malos tratos por parte de sus parejas, vuelven con ellos. Por dependencia psicológica, afectiva o monetaria. Por presiones familiares. Por miedo a que los hijos no compartan con el padre sus vidas. Por lo que sea. Pero ellas deciden volver.

Luego de que estas mujeres denuncian, nadie hace que recurran a una terapia, que si esos hombres reconocen su violencia, se traten para erradicarla de sus vidas. No se si desde alguna ONG realizan alguna clase de seguimiento a las victimas de la violencia familiar, pero los casos en donde tras un primer hecho, ocurre algo irreparable, son demasiados.

El paro de mujeres no se si visibiliza la problemática, porque mientras ocurrieron las anteriores manifestaciones, en Mar del Plata hubieron casos de violencia doméstica que llegaron a los medios. En particular, un caso en donde la víctima, embarazada, había sido agredida por su pareja en la vía pública, en la vereda del trabajo de él, porque le había llevado la comida tarde o fría. La golpeó, le retorció la muñeca, la tiró al piso. Ese caso en particular, se trataba de una mujer que había hecho la denuncia pertinente, había tenido una orden de restricción para el hombre por maltrato y, tras el vencimiento de la misma, la pareja decidió reconciliarse.

Recordemos que ella estaba embarazada, y que muy probablemente alguien de su entorno le haya aconsejado, con las mejores intenciones ( y recordemos que el camino del infierno está lleno de buenas intenciones) que en su condición "le convenía" volver a estar con el padre de su hijo, que al niño "le convenía" nacer dentro de un hogar establecido, y que, económicamente, era mucho mejor tener la seguridad del hombre en la casa y no la incertidumbre de esperar a que le cumpliera con una cuota alimenticia.

¿Qué ocurre con estas mujeres en situación de extrema vulnerabilidad? ¿Quién se ocupa de ellas? Las marchas, los reclamos en las calles, sirven si se logra algo. Si sólo queda como el simbolismo de hacer un paro, para dentro de un tiempo convertirlo en un feriado más que conmemore la lucha por los derechos de la mujer, no servirá de nada que se hagan mil marchas.

Porque mientras tanto, todos los días leemos que una mujer más fue golpeada, abusada o asesinada con la impunidad más espantosa y más terrible que podamos imaginar. La impunidad que se da en nombre del amor y que somos nosotras mismas las que le abrimos la puerta al verdugo ejecutor. Necesitamos imperiosamente que se trabaje en serio en programas de protección para las víctimas, que sean capacitadas para independizarse económicamente y que en esos programas se incluya al hombre violento antes de cometer el crímen, educándolo para que respete la vida de las personas que dice amar.

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