domingo, 18 de julio de 2010

Domingo de lluvia

           Estás ahí, y mientras escribo, siento que me mirás con una ternura infinita. Cebás un mate y me lo alcanzás en silencio, en ese silencio lleno de palabras. Sé que no querés interrumpirme, que pensás que vas a molestarme o a cortar mi inspiración. Y no  te podés dar una idea de lo que me gusta que vengas a interrumpirme, de que me demuestres tu cariño con ese mate mudo, lleno de significados.


           Mirás por la ventana el diluvio que parece que no termina. Suspirás, porque tenés que irte y en realidad el día dá para quedarse en casa. Me acerco a vos, y te abrazo. Sin decirnos nada. Los dos sabemos lo que nuestro silencio dice. Y nos quedamos mirando la lluvia, esperando que ese minuto se haga eterno.


          Encajo perfectamente en vos. En tu mirada. Tu sonrisa fue hecha para la mía. Buscás mis manos,  y las llevás hasta tu boca para darles el más dulce de los besos. Tu sensualidad es paciente, y me hace prisionera de algo que va más allá de mi consciencia.

         Afuera llueve un diluvio sin fin, pero a ninguno de los dos nos molesta. Al contrario, esa lluvia es la excusa perfecta para quedarnos abrigados en nuestro amor.

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