sábado, 10 de julio de 2010

La piel sin marcas

          Era diferente. Su piel era distinta. En un mundo en donde cada centrímetro era tapado por colores y  formas, sobresalía por permanecer intacta.

           No se trataba de una piel perfecta ni mucho menos. Tenía lunares que moteaban su blancura, que interrumpían la continuidad de sus curvas y líneas. Algunas pecas tambien formaban parte del relieve de aquella piel que no tenía marcas. Tal vez alguna cicatriz recordaba heridas más o menos pasadas, y tambien guardaba la memoria de heridas más íntimas pero, a la vez, menos visibles.

          Aquella piel no tenía dibujos extraños. No poseía tatuajes ni nombres que describieran, como un mapa de antiguos piratas, que alguien había estado buscando su tesoro oculto. Aquella piel escondía, en su misterio, la riqueza de un alma a punto de ser descubierta, de un volcán inmenso escondido en lo profundo de su ser.

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