viernes, 16 de julio de 2010

Muñecos para armar o para amar

            ¿Quién no recuerda la película Don Juan de Marco? El personaje central, en su locura amorosa, recortaba imágenes de revistas y fotos construyendo, así, a su mujer ideal. Y en esa locura, brillante y apasionada, arrastró a los demás y encontró al final al amor de su vida.


            Nacemos sin moldes, sin modelos. Ignorantes de miles de datos, nacemos inocentes. Pero al crecer comienzan a ponernos en moldes. Nos cuentan historias con finales felices. Nos inculcan qué color de ojos, de pelo, qué profesión, cómo debe ser el amor de nuestra vida. Nos hablan de un mundo perfecto e inalcanzable, en donde tal vez no podamos entrar porque no somos perfectos.


           Nos venden un modelo para armar, con instrucciones y todo, para llegar a la felicidad. Si fumamos tal cigarrillo, si manejamos tal auto, si tomamos tal bebida, si nos vamos de vacaciones a tal lugar. No somos miembros de la elite de la felicidad si no formamos parte del selecto grupo que nos imponen. Si no tenemos el color de pelo que usan los ejemplos/ejemplares del Olimpo sonriente.

                Los que nacemos sin la fortuna de vivir así, aprendemos que la felicidad es otra cosa. Aprendemos a disfrutar de una mirada transparente, de un atardecer. Comprendemos que no existe un color de pelo o de ojos ideal. Asumimos que lo verdaderamente importante no está en la cantidad de horas que transcurren dentro de un gimnasio. Entendemos que ninguna marca particular de automóvil nos conducirá a la felicidad, ni que una determinada bebida nos embriagará de gozo. Sabemos que lo verdaderamente importante vibra en lo más profundo del alma y del corazón.

        

          

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