domingo, 8 de agosto de 2010

La vida en rosa

Todos soñamos con el amor ideal. Pero lo ideal, muchas veces, está reñido con la realidad. Esperamos algo y cuando lo tenemos, no sabemos qué es lo que no funciona. Cuando estamos acostumbrados a estar solos, nos cuesta mucho aprender a vivir en pareja. Nos cuesta pensar en que a partir de ése momento somos dos personas que deben complementar sus mutuos intereses y deseos.




Cuando nos encontramos con una persona, la cargamos con nuestras expectativas. Ponemos tanto empeño en verla perfecta, que tardamos tiempo en darnos cuenta de que es un simple ser humano, igual que nosotros, lleno de dudas y temores. La idealizamos, elevamos al máximo todas las virtudes que, con el paso del tiempo, vemos transformadas en defecto. Si esa persona es graciosa, al principio nos reímos y decimos que tiene un gran sentido del humor. Pero con el tiempo, dejamos de verla así, para decir que no se toma nada en serio. Si, por el contrario, es una persona seria, decimos que es muy responsable; luego, la persona responsable y seria se convierte en un amargo, o en "hortiva", o cortamambo.



Así, cuando vemos la vida de color de rosa, podemos confundirnos y poner en la persona que elegimos cosas que realmente no tiene, o virtudes que no son tales.



El tiempo es el único capaz de poner las cosas en su sitio. Si el sentimiento es real, las virtudes y los defectos serán tolerables y aceptables para ambos. Si sólo hubo una pasión fugaz, la capacidad de tolerancia se verá muy pronto en su límite y es muy probable que la relación termine.



Debemos aprender a ver la vida con diversos cristales. Ser cautos, pero no miedosos. Y, sobre todo, saber qué queremos y buscamos en una persona con la que vamos a compartir nuestra vida.

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