miércoles, 3 de noviembre de 2010

La claridad de Paquita

           Y, sí, Paquita la tiene tan clara. Sabe perfectamente cuales son los procesos de la mente y por ello tiene empatía. Canta, ríe, llora... hasta que uno se da cuenta de que Paquita es quien dirije a los actores dentro de una obra. Sin embargo, algunos ignoran que forman parte de un teatro, al igual que Truman Burbanks, el personaje de Jim Carrey en The Truman's Show, quien ignora que está dentro de una realidad ficticia.



              Al igual que Truman, uno entrega desde su sinceridad los afectos, el compromiso, la emoción. Lo que uno desconoce es que alrededor existen personajes guionados, que aportan a un show del que ignoramos que formamos parte. Como para darle un toque melodramático. Como para crear discordia cuando reina la paz. Como para no perder ese punto de rating que genera un conflicto.



              Y Paquita, desde su despacho, controla lo que se dice, lo que no. Y si nota poco movimiento, envía a sus soldados aleccionados para revolver el avispero. Sin embargo, la polémica es inocua, vacía, pueril. Porque sus soldados debaten desde un escalón superior, y no logran la empatía con los personajes experimentales, es decir, con aquellos que ignoran que son parte de un show. Y, además, en algún momento, algo pone en evidencia el detrás de escena, alguna frase dicha sin pensar resulta tener el mismo efecto que el reflector que cae desde el cielo despejado a los pies del protagonista de la película.



            Y, como el personaje, en algún momento, alguien decide ir más allá. Salir de esas metafóricas y literales cuatro paredes, para buscar la verdad. ¿Cuál verdad? No importa, porque esa verdad está dentro de su corazón y éste le dice que debe salir, que algo más existe allá afuera y que esa realidad conocida no es la que se desea. Y ahi es donde Paquita pierde el control del show, porque los personajes experimentales no tienen guión, se manejan por impulsos, por intuición. Sólo tienen la certeza de oir una voz interior que les grita que deben retirarse, que su tiempo en ese lugar terminó. Porque continuar ahí sería aferrarse a la comodidad del inconformismo. Y, como cualquier otro personaje, necesita dar su discurso final de despedida. Porque el público también merece saber que está viendo un show. Y merece saber qué sienten esos personjes que ignoraban que estaban actuando para un público.



           Uno tiene la opción de cerrar los ojos y continuar jugando, pero a partir de ese momento, ya tiene un guión, ya tiene un libreto predeterminado y un rol dentro del juego. Continuar dentro de la comedia sería igual a perder la credibilidad de su propia transparencia. Pero también tiene la opción de abrir los ojos, de decidir no formar más parte de una obra de teatro y respirar el aire puro, de permanecer inocente ante sí mismo. El problema suele ser cuando se desea abrir los ojos de otra persona, que, como la chica que intenta contarle a Truman que su vida era una fábula televisiva, es retirada por personal de seguridad, para que no rompa con la estructura creada. Es bloqueada, eliminada, quitada del guión, del libreto. Su grito es censurado, pero eso no quiere decir que la semilla de la verdad no haya quedado sembrada.



            Me siento esa protagonista. Y me siento Truman. Chau, Paquita, la manipulación de los actores guionados cansa por vacía, por incoherente, por falsa. Abro la puerta y salgo al mundo real. Buenos días, buenas tardes, buenas noches!!!
 
         

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