viernes, 26 de noviembre de 2010

Las vizcachas y el arbolito

             No es ninguna fábula. Vale y Gaby son las dueñas de una granja llamada "Las Vizcachas", a las que visito por razones de trabajo. Afortunadamente les ha ido bien y, como una apuesta e inversión a futuro, decidieron abrir una sucursal en el macrocentro. Y con toda la ilusión de crecer, se lanzaron a la aventura.



              Comercialmente el barrio en donde decidieron ubicar el nuevo comercio parecía tener todas las posibilidades. Sin embargo, no han tenido mucho éxitoa aún, ya que la gente hace compras pequeñas y, al ser gente que vive sola, come poco o lo que compra les dura algunos días.


              La cuestión es que averiguaron todo lo que necesitaban a nivel burocrático para poder habilitar el local y Bromatología le dió algunas pautas, que ellas siguieron al pie de la letra. Pero... ¿se acuerdan del sketch de La tuerca "El arbolito"?


              Llegó el inspector municipal. Y éste fue el díalogo:

        Inspector: El antebaño está mal, debe estar azulejado.
        Vale: ¿Por qué? El de bromatología me dijo que con pintura lavable estaba bien.
        Inspector: Ah, ¿le dijo eso? Bueno, entonces está bien. Pero tiene que tener otra pileta.
       Vale: Bromatología dijo que con los metros que tiene el local, esa pileta estaba bien!
        Inspector: mmm... Tiene que poner un extractor de aire.
      Vale: pusimos la rejilla!!
       Inspector: no, tiene que poner un extractor de aire, la rejilla no sirve.
      Vale: o sea que encima que ya gasté dinero para poner la rejilla, ahora tengo que gastar de nuevo y poner un extractor?


        A todos los comercios se les exige instalar un árbol en la vereda. Vale y Gaby fueron al vivero y averiguaron qué variedades de planta eran las permitidas por municipalidad. En el lugar les informaron, compraron el árbolito y muy felices lo plantaron en la vereda.


           Inspector: No puedo dar la habilitación. Al árbol le faltan cincuenta centrimetros (¿?). La ley dice que tiene que medir dos metros y éste no llega a esa altura.


               A esta altura de los acontecimientos, Vale y Gaby sólo están esperando que pasen los seis meses iniciales para dar de baja el negocio. Los vericuetos de la burocracia han hecho que dos personas que apostaron a un emprendimiento familiar agoten su paciencia y, en vez de crecer, progresar y crear fuentes de trabajo, cierren el comercio cansadas de las ridículas exigencias impuestas.


            Además, si incumplieran aspectos básicos vinculados con la conservación de los alimentos o las condiciones de su venta, uno, mero espectador de esta anécdota, sentiría que quienes nos gobiernan nos cuidan. Pero la sensación que deja es que algunos requisitos sólo sirven para poner palos en la rueda de quienes buscan generar fuentes de trabajo. Deberían revisarse muchas cuestiones que tienen que ver con la habilitación de los locales que cuiden otros aspectos (por ejemplo los controles en edificios, pubs, etc) en los que luego se lamentan accidentes en los que resultan heridas personas que concurren a estos sitios, o, como ya ha pasado, muertes de los trabajadores.







 
 

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