viernes, 20 de julio de 2012

"No me quiero morir"

Esa fue la frase que usó una amiga hoy, al comentar un posteo sobre la muerte de un kiosquero, ocurrida luego de un asalto ayer por la tarde-noche. Y confieso que se me puso la piel de gallina, porque ella tiene un comercio y ha vividos varias situaciones de robos a mano armada, una de ellas en mi presencia, con tiros incluidos.

Como todos, trabaja para vivir. Paga sus impuestos, ayuda a su hijo, colabora cuando puede a personas que tienen menos. Sé, porque la conozco y vivimos cerca, la cantidad de horas por día que le pone a su trabajo. Y no por "avaricia", sino porque es la única forma que tiene de progresar y darle a su hijo un futuro mejor. Para poder tener su casa propia, que hace años la está construyendo, sin que nadie le haya dado un crédito a pagar a 20 años. Sin recibir ningún subsidio. Sufriendo la rotura de vidrios de los "nenes" que ningún padre cuida ni controla, mucho menos enseña a respetar los bienes ajenos.


Y mi amiga no es la única. Conozco a muchos comerciantes que no saben cómo hacer para proteger no sólo sus bienes, también su vida. No hay reja, portero electrico, ni alambre de púas (sé de un comercio que lo ha colocado para evitar que los delincuentes pasen del otro lado del mostrador) que detenga a quien tiene en mente robar. Y lamentablemente no pueden darse el lujo de cerrar las puertas, porque por edad en muchos casos, ya no ingresan al circuito laboral. Y cuando digo "por edad" no me refiero a que sean muy mayores. Hablo de personas de no más de 40 o 50 años, con mucho para dar, pero que ante el sistema perverso de tomar exclusivamente personal de hasta 30 o 35 años, tienen que buscar alternativas en el ramo comercial.

"No me quiero morir", frase fuerte que me hace pensar, que yo también la pensé y sólo hace unos meses puede verbalizarla conscientemente.  Ninguno quiere morir, ni ver morir a sus seres queridos en manos de una delincuencia que está jugada a todo o nada. Porque ellos viven al límite y saben que, en algún momento, por una persecusión o un "ajuste de cuentas" o ante una víctima armada, sus vidas están en juego. No les importa si el otro es una anciana, una mujer embarazada o una criatura. 


Queremos ver crecer a nuestros hijos, y que nuestras parejas lleguen a casa luego de la jornada laboral. Que nuestros padres tengan una vejez tranquila y sin sobresaltos. Queremos que nuestros adolescentes puedan ir a bailar sin que nadie les pegue ni les robe. Queremos, simplemente, vivir.

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