miércoles, 13 de agosto de 2014

Como si fuera una película.



Algunas personas viven la vida como si fuera una película. Pero no siendo protagonistas, sino en el lugar del espectador. Miran desde afuera, sin participar, sólo observando qué hacen los otros.

Como si estuvieran en un cine, miran desde las sombras cómo transcurre la vida de los demás, incluso de quienes dicen amar, sin involucrarse. Dejan que todo fluya, sin emitir opinión, sintiendo adrenalina al ver una escena de peligro, llorando cuando llega la de emoción, pero sabiendo siempre que eso le pasa "al otro".

Elos dicen que no pueden hacer nada por cambiar lo que ocurre en el "film", que no depende de ellos ni las decisiones ni los sentimientos de quienes participan en esa historia. Sin embargo, esa historia está inconclusa, ya que los observadores son parte de la cinta, sólo que ellos, que dicen no elegir ni decidir nada, precisamente eligen ser sólo observadores, espectadores en la vida de los demás.

Los protagonistas piden a gritos su ayuda, su mano que brinde un consuelo, su consejo en una situación determinada. Pero a los espectadores no les llega el grito, no lo oyen, prefieren ser sordos a las señales de ayuda, que les imploran su participación, sin que nadie acuda a ellos. Los dejan solos, tomando decisiones y poco a poco se forma una muralla. Los actores del film descubren que no pueden contar con el espectador, que sufre, llora, ríe y se emociona. Pero que sólo espera a que las luces se enciendan y salir de la sala.

Se quedan solos, con su vaso de pochoclos en la mano, caminando en la misma oscuridad que los rodea. Sin saber que detrás de las pantallas piden a gritos que asuma el rol protagónico que necesitan en sus vidas.

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