viernes, 15 de agosto de 2014

Reflexiones sobre cosas que me cuentan.






Me llega una información por mensaje privado sobre un tema importante. Pero "no le digas a nadie que te lo dije". Saben que cuido a mis contactos y comprendo que por diferentes razones no quieran que se divulgue quién pasa cierta información. El temor a perder un trabajo, a dejar de recibir algún beneficio, o tal vez el miedo más grande, el que le suceda algo a un ser querido como represalia por haber hablado, hacen que muchas personas no se animen a denunciar las cosas que ven o saben.

En ciertos casos es muy difícil comprobar si tal información es real, y sólo queda la constatación mediante una publicación en la que se pone "me cuentan por privado..." y eso ayuda a que otras personas amplíen o rectifiquen lo que se cuenta. Siempre por privado y pidiendo que no se digan nombres.

Esos temores los trasladamos a la vida cotidiana. Alguien me cuenta que le dicen que algunos delincuentes prófugos (menores y no tanto) caminan por ciertos barrios de la ciudad con total desparpajo y a plena luz del día, sin preocuparse por nada. Que van a los comercios de esos barrios a comprar como cualquier vecino, y que esas personas saben que están siendo buscados por la policía.

 Sin embargo "el temor a las represalias" es más fuerte que el temor a que los asalten y, en ese hecho delictivo, suceda algo más grave, ya sea a ellos mismos, a un empleado o a un familiar. No comprenden, en muchos casos, que su silencio fomenta la misma impunidad que se les hace insoportable. Escucharlos decir "ellos andan libres por la calle mientras nosotros vivimos enrejados", para luego enterarse que saben pero callan es que no comprendan que su mudez los convierte en cómplices del próximo delito que ese delincuente cometa.

Lo mismo sucede a otros niveles. Trabajadores que por el mismo temor a las represalias de sus superiores, silencian cosas que ven, o eligen no verlas, no oírlas, ignorarlas, para mantener la única fuente de ingresos. Personas que creen, evidentemente, que es "otro" con más carácter, con más fuerza, con menos miedo es quien puede hablar. Y cuentan, en mensajes cifrados, algunas cosas perdidas que no sirven para realizar una denuncia concreta. Y no se animan a hablar, porque la cadena de impunidades sube un escalón más arriba y llega a donde no somos capaces de imaginarnos...o sí, pero sin exigir que no se vuelvan a postular a un cargo que les de fueros e impunidad.

Queremos una sociedad que se comprometa...mientras que el que se comprometa sea el de al lado. Tememos denunciar a nuestro superior o al "chorrito" de la esquina, porque tememos que nos haga perder lo que tenemos ahora, sin pensar que nuestro silencio los alimenta a sentirse más fuertes, más impunes, a mostrar su desvergüenza casi en público y sin considerar que esa actitud puede generarnos males mayores que perder un puesto de trabajo o evitar el asalto de hoy.

Queremos una sociedad que no sea corrupta, pero miramos para otro lado cuando vemos un acto de corrupción y comprobamos que quienes forman parte de las cadenas de responsabilidades siguen en sus cargos, cobrando sueldos que pagamos todos y postulándose a cargos que les permitan mejores ingresos...legales y de los otros.

Queremos una sociedad solidaria, pero no salimos a la calle a ver qué sucede cuando escuchamos un grito o un disparo. Cerramos la ventana y nos enrejamos más, para que no le suceda nada a uno de los nuestros, y para evitar que nos pongan de testigos en ningún juicio que permita a un delincuente  o a un funcionario corrupto ir a la cárcel.

¿Qué queremos?

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