domingo, 19 de octubre de 2014

Kevin Córdoba: nueve meses intocable.

La ciudad se viste de naranja. El gobernador se perfila como uno de los candidatos a presidente con un buen porcentaje de votos. El intendente se frota las manos pensando en su campaña 2015 basada en la policía municipal recientemente adquirida. Sin embargo, los casi siete años de gestión señalan que ninguno de los dos tiene realmente intenciones de hacer algo por la seguridad de la ciudad.
Desde el año 2007 ambos rigen los destinos de nuestra ciudad. Uno desde la provincia y otro desde el municipio. Prometiendo cosas que tardan años en realizarse, que cuando se ponen en marcha se hace mal, a medias y sin contar con las herramientas necesarias, o que tal vez nunca se implementen porque en el largo camino del dicho al hecho se pierden millones…y no solo de palabras.

En nuestra ciudad son asesinadas un promedio de 65 o 70 personas por año. Víctimas de la delincuencia que son sorprendidas en su trabajo, en sus hogares o en cualquier actividad que realicen.  Y esa fría cifra debe multiplicarse por la cantidad de amigos, familiares, conocidos que se ven afectados por la pérdida de un ser querido. Una pérdida que muchas veces no ve justicia, porque las cámaras están tapadas por árboles, sucias o justo en ese momento enfocan para otro lado.  Convengamos que en el centro de monitoreo un operario debe controlar un promedio de 12 cámaras, mientras mira a un sospechoso (que tal vez no está haciendo nada malo, simplemente se lo juzga por ropa/cara) se le puede estar escapando un crimen en otra cámara que queda postergada y, cuando se da cuenta, ya el hecho está consumado y es tarde para cualquier cosa.

Hace poco menos de un mes en nuestra ciudad hubo tres homicidios. El del taxista, el del panadero y el del trabajador del pescado. Uno con muchísima repercusión mediática gracias a la actividad de la hija de la víctima, locutora radial y a que el gremio de los taxistas realizó una medida de fuerza (que cada vez tienen menos fuerzas debido a que nada se obtiene con ellas). Sin embargo, y tras el palabrerío que todos conocemos por parte de las autoridades tanto municipales, como policiales o judiciales, todo sigue igual. El asesino de Cufré está a punto de volver a la calle, ya que su abogado defensor promueve su inimputabilidad debido a la edad que tiene. Sus 15 años no consiguen que nadie mueva un dedo para sacarlo de una situación de delincuencia y no comprenda la gravedad del delito que cometió. Su cómplice, quien fue sospechado en un primer momento de la responsabilidad del crimen, también tiene un homicidio a cuestas, y eso no evitó que siguiera en la calle. Sobre el panadero no hay muchas novedades, ya que no hay testigos, ni huellas ni nada que de una pista sobre los asesinos. Y sobre el chico apuñalado hubo algunas denuncias, unos allanamientos y aparentemente habrían detenido al responsable, familiar de uno de los peores asesinos de la ciudad, cuyo prontuario tampoco explicaría qué estaba haciendo suelto, gozando de una libertad de la que no disfrutamos los laburantes.

Kevin Córdoba es otro exponente de la indiferencia que tienen los encargados de cuidarnos sobre su tarea. Un chico con prontuario, que estaba en un centro de “contención”  por un intento de homicidio, que se fuga y concreta otro crimen, y que se mueve con tal impunidad que en el momento de su detención, varios días después de ocurrido el hecho, aún portaba el arma con la que había asesinado al comerciante La Bella.

 Su minoría de edad lo hacía sentir intocable. Y, tal vez, otras cosas más. Porque no se explica que un pibe de 17/18 años no pueda ser hallado por la policía. Es incomprensible que a la familia le lleguen datos, información precisa y que Córdoba logre “desaparecer” antes de cada allanamiento. Es inaudito que otra fuerza lo esté cercando y al chico “le llegue” la información para irse caminando…o esconderse en la cucha del perro, lugar en el que no se les ocurrió mirar a los agentes que formaron parte de ese procedimiento. Es sospechoso que, justamente, Kevin Córdoba haya sido “liberado” cuando su padre salió de la cárcel donde estaba preso por, también, cometer vaya una a saber qué delito.

Es una bofetada a cada uno de los ciudadanos bonaerenses que, nueve meses después  de esa fuga cinematográfica, no se haya informado quienes fueron los que autorizaron la salida de Córdoba del Instituto Almafuerte, en donde se encontraba detenido debido a sus múltiples fugas del centro de contención de Batán y a su peligrosidad, y que ni el gobernador ni sus ministros hayan informado sobre la separación a sus cargos de quienes formaron parte de la cadena de responsabilidades que permitieron esa salida. Porque Kevin Córdoba no tenía permiso para viajar a Mar del Plata en esa oportunidad. Porque se lo habían negado desde el juzgado que manejaba la causa. Porque ese 25 de enero, alguien que cobra un sueldo pagado por todos los bonaerenses, le concedió la libertad a un asesino que firmó un acuerdo por 13 años y medio de prisión, reconociendo su crimen.

Se dicen muchas cosas sobre las actividades de Córdoba. Y no se hace nada. Se dice que está en tal o cual lugar, fuera de Mar del Plata. Pero también llegan comentarios en voz baja, “off the record”, los del estilo “no digas nada, no me metas en líos, si decís que fui yo niego todo”  debido al temor a las represalias, en donde describen con pelos y señales lugares, actividades, vestimenta y un largo etcétera, que cuando llega a la justicia parece quedar en la nada. ¿Se filtra información? ¿Alguien, de los que cobra un sueldo pagado por los vecinos para que nos cuiden,  le pasa data sobre cuándo, cómo y dónde será el próximo procedimiento para localizarlo?

Me surge pensar que a ninguno le importa nuestras vidas. Porque luego de Córdoba se fugó Salaberry, quien volvió a la cárcel porque decidió entregarse. Y porque después de Salaberry se fugó Fuentes, a quien se detuvo por pura casualidad en un accidente de tránsito, portando un arma. Me surge pensar que muchos que cobran el sueldo pagado por nuestros impuestos, solo piensan en atornillar sus traseros a sus puestos, subir de categoría, permanecer hasta la jubilación y que los problemas de la inseguridad los resuelva Mongo. A todos ellos les digo que la indiferencia, también forma parte de la corrupción, aunque ellos no vean un centavo.  Mirar para otro lado, mientras a su alrededor suceden miles de cosas que a la vista de un ciudadano común son extrañas, es corrupción. 

Que cada uno de los asesinos de los cientos de marplatenses víctimas de la inseguridad durante los últimos siete años se sienta intocable y pueda caminar por la calle sin cumplir su condena, es la peor corrupción de todas, porque habla de la indiferencia y falta de normas reales ante la sociedad.  Habla de las falencias estructurales enormes que tenemos (legales y edilicias), de la indefensión ante la agresión y de que las familias no tengan el soporte, la contención y la ayuda necesarias para defenderse, para pedir justicia.  En definitiva, que un delincuente como Kevin Córdoba siga libre, es una burla para todos, una falta de respeto de nuestros gobernantes y un peligro real para cada uno de los habitantes de esta ciudad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario