La ciudad se viste de naranja. El gobernador se perfila como uno de los
candidatos a presidente con un buen porcentaje de votos. El intendente se frota
las manos pensando en su campaña 2015 basada en la policía municipal
recientemente adquirida. Sin embargo, los casi siete años de gestión señalan
que ninguno de los dos tiene realmente intenciones de hacer algo por la
seguridad de la ciudad.
Desde el año 2007 ambos rigen los destinos de nuestra ciudad. Uno desde la
provincia y otro desde el municipio. Prometiendo cosas que tardan años en
realizarse, que cuando se ponen en marcha se hace mal, a medias y sin contar
con las herramientas necesarias, o que tal vez nunca se implementen porque en
el largo camino del dicho al hecho se pierden millones…y no solo de palabras.
En nuestra ciudad son asesinadas un promedio de 65 o 70 personas por año.
Víctimas de la delincuencia que son sorprendidas en su trabajo, en sus hogares
o en cualquier actividad que realicen. Y
esa fría cifra debe multiplicarse por la cantidad de amigos, familiares,
conocidos que se ven afectados por la pérdida de un ser querido. Una pérdida
que muchas veces no ve justicia, porque las cámaras están tapadas por árboles,
sucias o justo en ese momento enfocan para otro lado. Convengamos que en el centro de monitoreo un
operario debe controlar un promedio de 12 cámaras, mientras mira a un
sospechoso (que tal vez no está haciendo nada malo, simplemente se lo juzga por
ropa/cara) se le puede estar escapando un crimen en otra cámara que queda
postergada y, cuando se da cuenta, ya el hecho está consumado y es tarde para
cualquier cosa.
Hace poco menos de un mes en nuestra ciudad hubo tres homicidios. El del
taxista, el del panadero y el del trabajador del pescado. Uno con muchísima
repercusión mediática gracias a la actividad de la hija de la víctima, locutora
radial y a que el gremio de los taxistas realizó una medida de fuerza (que cada
vez tienen menos fuerzas debido a que nada se obtiene con ellas). Sin embargo,
y tras el palabrerío que todos conocemos por parte de las autoridades tanto
municipales, como policiales o judiciales, todo sigue igual. El asesino de
Cufré está a punto de volver a la calle, ya que su abogado defensor promueve su
inimputabilidad debido a la edad que tiene. Sus 15 años no consiguen que nadie
mueva un dedo para sacarlo de una situación de delincuencia y no comprenda la
gravedad del delito que cometió. Su cómplice, quien fue sospechado en un primer
momento de la responsabilidad del crimen, también tiene un homicidio a cuestas,
y eso no evitó que siguiera en la calle. Sobre el panadero no hay muchas
novedades, ya que no hay testigos, ni huellas ni nada que de una pista sobre los
asesinos. Y sobre el chico apuñalado hubo algunas denuncias, unos allanamientos
y aparentemente habrían detenido al responsable, familiar de uno de los peores
asesinos de la ciudad, cuyo prontuario tampoco explicaría qué estaba haciendo
suelto, gozando de una libertad de la que no disfrutamos los laburantes.
Kevin Córdoba es otro exponente de la indiferencia que tienen los
encargados de cuidarnos sobre su tarea. Un chico con prontuario, que estaba en
un centro de “contención” por un intento
de homicidio, que se fuga y concreta otro crimen, y que se mueve con tal
impunidad que en el momento de su detención, varios días después de ocurrido el
hecho, aún portaba el arma con la que había asesinado al comerciante La Bella.
Su minoría de edad lo hacía sentir
intocable. Y, tal vez, otras cosas más. Porque no se explica que un pibe de
17/18 años no pueda ser hallado por la policía. Es incomprensible que a la
familia le lleguen datos, información precisa y que Córdoba logre “desaparecer”
antes de cada allanamiento. Es inaudito que otra fuerza lo esté cercando y al
chico “le llegue” la información para irse caminando…o esconderse en la cucha
del perro, lugar en el que no se les ocurrió mirar a los agentes que formaron
parte de ese procedimiento. Es sospechoso que, justamente, Kevin Córdoba haya
sido “liberado” cuando su padre salió de la cárcel donde estaba preso por, también,
cometer vaya una a saber qué delito.
Es una bofetada a cada uno de los ciudadanos bonaerenses que, nueve meses después
de esa fuga cinematográfica, no se haya
informado quienes fueron los que autorizaron la salida de Córdoba del Instituto
Almafuerte, en donde se encontraba detenido debido a sus múltiples fugas del
centro de contención de Batán y a su peligrosidad, y que ni el gobernador ni
sus ministros hayan informado sobre la separación a sus cargos de quienes
formaron parte de la cadena de responsabilidades que permitieron esa salida.
Porque Kevin Córdoba no tenía permiso para viajar a Mar del Plata en esa
oportunidad. Porque se lo habían negado desde el juzgado que manejaba la causa.
Porque ese 25 de enero, alguien que cobra un sueldo pagado por todos los
bonaerenses, le concedió la libertad a un asesino que firmó un acuerdo por 13
años y medio de prisión, reconociendo su crimen.
Se dicen muchas cosas sobre las actividades de Córdoba. Y no se hace nada.
Se dice que está en tal o cual lugar, fuera de Mar del Plata. Pero también llegan
comentarios en voz baja, “off the record”, los del estilo “no digas nada, no me
metas en líos, si decís que fui yo niego todo”
debido al temor a las represalias, en donde describen con pelos y
señales lugares, actividades, vestimenta y un largo etcétera, que cuando llega
a la justicia parece quedar en la nada. ¿Se filtra información? ¿Alguien, de los
que cobra un sueldo pagado por los vecinos para que nos cuiden, le pasa data sobre cuándo, cómo y dónde será
el próximo procedimiento para localizarlo?
Me surge pensar que a ninguno le importa nuestras vidas. Porque luego de
Córdoba se fugó Salaberry, quien volvió a la cárcel porque decidió entregarse.
Y porque después de Salaberry se fugó Fuentes, a quien se detuvo por pura
casualidad en un accidente de tránsito, portando un arma. Me surge pensar que
muchos que cobran el sueldo pagado por nuestros impuestos, solo piensan en
atornillar sus traseros a sus puestos, subir de categoría, permanecer hasta la
jubilación y que los problemas de la inseguridad los resuelva Mongo. A todos
ellos les digo que la indiferencia, también forma parte de la corrupción, aunque
ellos no vean un centavo. Mirar para
otro lado, mientras a su alrededor suceden miles de cosas que a la vista de un
ciudadano común son extrañas, es corrupción.
Que cada uno de los asesinos de los cientos de marplatenses víctimas de la
inseguridad durante los últimos siete años se sienta intocable y pueda caminar
por la calle sin cumplir su condena, es la peor corrupción de todas, porque
habla de la indiferencia y falta de normas reales ante la sociedad. Habla de las falencias estructurales enormes
que tenemos (legales y edilicias), de la indefensión ante la agresión y de que
las familias no tengan el soporte, la contención y la ayuda necesarias para
defenderse, para pedir justicia. En
definitiva, que un delincuente como Kevin Córdoba siga libre, es una burla para
todos, una falta de respeto de nuestros gobernantes y un peligro real para cada
uno de los habitantes de esta ciudad.
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