martes, 12 de mayo de 2015

No a la violencia.

No para. No se detiene. Nadie la evita. Por más oficinas que inventen desde el poder político, por más buena voluntad que pongan muchas instituciones que trabajan en el tema, la violencia intrafamiliar, de género, machista, no se frena. Al contrario, da la impresión de que cada día es peor, de que cada vez son más las mujeres torturadas, quemadas, violadas o muertas por estas bestias que pertenecen a todos los estratos sociales.
Escucho en distintos programas a mujeres con un alto nivel de exposición en los medios contar sus historias de violencias, feroces, tremendas, con lesiones, con denuncias, algunas aún temblando al recordar esos momentos. Y me queda dando vueltas una frase que una de ellas pronuncia "si nos pasa esto a nosotras, que estamos en los medios, ¿qué les queda al resto de las mujeres que son anónimas, que no tienen la forma de dar a conocer su situación?

La rutina es parecida. Te alejan de tu círculo de afectos, te critican tu forma de vestir, como si eso fuera malo, como si ponerte algo que te gusta y te queda bien fuera una invitación a algo. Poco a poco te van acorralando. Algunos hasta te hacen el juego de "superman", que ellos se sienten menoscabados porque trabajás, porque son ellos los que "deben aportar", buscan la forma de que te alejes de tus actividades y te vuelvas dependiente. Tal vez no te golpean...pero eso también es una forma de violencia. Te degradan, te ofenden, todo en un tono de broma...terminás siendo "la amargada", porque no comprendés que esa ofensa, ese insulto es una joda...Una joda que día a día martilla tu cabeza. Permitiste tanto, que un día, sin darte cuenta, recibís el primer golpe. A él tambien lo impacta e inmediatamente te pide perdón, te asegura que te ama, te dice que nunca más lo va a hacer...La próxima vez te va a decir que es tu culpa, que vos lo ponés nervioso, lo alterás y que por eso reacciona. Y vos seguís achicándote, creyéndole, pensando que tiene razón. Y buscás no alterarlo, caminás en puntitas de pie, no hacés ruido. Pero menos sal en la comida, una arruga en la camisa, que el pantalón que se le canta ponerse en ese momento no está planchado (teniendo otros para ponerse) hace que vuelva a ponerse agresivo. Y vuelva a pegarte, incluso adelante de tus hijos. Y el círculo viciosos vuelve al rato, acariciándote el moretón y pidiéndote perdón...poniendo a los chicos en el medio, que no podés destruir el hogar que tanto les costó contruir. El problema es que en algún lugar de tu mente, de tu alma, sabés que el próximo golpe puede ser mortal. O que puede golpear a alguno de tus hijos que si intentan defenderte...

Te quedan dos opciones. Dejarte matar, someterte a una tortura infinita...o romper el círculo, alejarte, pedir ayuda, auxiliarte en los tuyos, en tus padres, amigos. Acudir a centros de apoyo a mujeres maltratadas. Exigir en las comisarías o fiscalías que te tomen las denuncias. Y, sobre todo, tomar la firme decisión de no volver con él. No ceder a sus súplicas. Realizar algún curso que te permita tener una salida laboral e independizarte de él, sin que ello lo exima de sus obligaciones paternas con los chicos. Pero vos...vos tenés que salvarte, por vos, por esos hijos que merecen ver a su mamá libre, sana, feliz y, sobre todo, viva.

(Este texto puede leerse cambiando a los personajes...que él sera quien sufra la violencia y ella sea la agresora...son casos que existen y que por vergüenza muchos hombres tampoco denuncian. Digamos NO a la violencia.)

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