martes, 2 de agosto de 2016

La ciudad, espejo de los marplatenses (de algunos, en realidad).

Todos los veranos los residentes nos quejamos de la suciedad que dejan los turistas en las costas y paseos públicos. Sin embargo, la ciudad tiene sus focos de suciedad DURANTE TODO EL AÑO, y eso es un reflejo de los ciudadanos permanentes, que esperan a que otro limpie o haga algo con los residuos. Algo que, por lo visto, el ciudadano no está dispuesto a hacer.

En las imagenes que acompañan este escrito puede apreciarse diferentes lugares, en donde "la mugre" abunda. Una de ellas mi propio vecindario, en donde, como consecuencia de la obra de cloacas y agua corriente que se están ejecutando hace un par de meses, el camión recolector de residuos no pasa "por la puerta" y las bolsas se acumulan en los cestos sin que a ninguno de los habitantes se les mueva una neurona para caminar una cuadra y media hasta la calle por donde sí pasa el famoso camión y deshacerse de sus residuos. Al decir de una de mis vecinas al decirle sobre la cantidad de bolsitas que adornan su casa, la respuesta fue "están llenas de gusanos, ¿sabés que asco es tocar eso?"

Si, se el asco que es verlo, imagino el tocarlo! Sin embargo, parece que los bichos que se acercan a estos adornos indeseables no les dan ni asco, ni les preocupa las posibles enfermedades que les puedan transmitir. Los roedores se están haciendo un festival y en mi casa somos unos insensibles que no compartimos el espíritu proteccionista de mis vecinos hacia esta especie.






Otro sector de la ciudad que luce el desparramo de los residuos vecinales es la famosa "canchita de los bomberos", lugar por el que los vecinos hicieron tanto ruido al enterarse que en ese predio se ofrecería para las viviendas del plan PROCREAR, razón por la cual la canchita recibió el cuidado y la dedicación de quienes viven en las cercanías, cortando el pasto, plantando árboles y cuidándola, hasta que se desistió de su uso para la construcción de las casas, con la idea de que sea un espacio verde y recreativo...Pero, todos somos cómodos, la gente se olvidó de seguir cuidando la canchita, dejó de cortar el pasto, y además, tira los restos de sus residuos, con el riesgo de que los niños que juegan allí se lastimen o enfermen. SUS PROPIOS NIÑOS.





Barrio periférico, pero zona de viviendas. Esto no ocurre en el medio del campo, en donde no existe la posibilidad de que alguien se tropiece con el desparramo de objetos en desuso, cajas, latas, botellas, colchones y demás que se acumulan en estas esquinas...por las que les aseguro no circula ningún turista...no, tampoco en verano, a menos que vaya a visitar a un familiar y supongo que se irá corriendo a las playas lo antes posible.





Los fondos de una sucursal bancaria tampoco escapan a la triste realidad del "qué me importa ensuciar, total yo no vivo acá" y dejan en la vereda los paquetes de yerba y envases de rotisería que desconocen haber pasado por una bolsa de residuos, ya sea negra, verde, amarilla o transparente, y suman a que los bichos se junten y desparramen más lo que allí se arrincona...sin mencionar las ramas que por el estado de las mismas, no fueron cortadas hace poco tiempo. Si me permiten una pequeña disgresión, el ente denominado "espacios verdes", esos que se supone se dedican a levantar los restos de poda que los vecinos dejan en las calles, son precisamente eso...un ente, algo fantasmagórico que brilla por su ausencia, aunque deben presentarse cada fin de mes a ver si el sueldo está depositado.




La municipalidad habrá hecho algo...y se ve que a los vecinos no les enseñaron a leer, o sufren de una severa dislexia, ya que no se comprende qué están cuidando entre la comuna y los propietarios de la cuadra. Supongo yo que todos los que viven en las proximidades de los sitios fotografiados deben quejarse de los roedores, las moscas, y dentro de poco comenzaremos, otra vez, la campaña por el dengue, el zika y el otro mosquito cuyo  nombre no puedo pronunciar, menos escribir.

Ironías aparte, nosotros somos los que hacemos la ciudad, y más allá pagar los impuestos que incluyen los servicios que se nos brindan (aunque en algunos sectores de la ciudad sea bastante discutible la calidad de esos servicios, y más bien son inexistentes) no significa que tengamos que dejar la mugre tirada en la vereda, a la espera de que la limpie otro. Tampoco corresponde que quienes viven en una zona más centríca, vayan en sus vehículos a los barrios alejados y tiren su basura en algún baldío o descampado, escudándose en la impunidad que ofrece una zona más despoblada, o porque pasa poca gente, como diciendo que si son pobres, que se aguanten la mugre de los demás.

Hace algunos años, en Mar del Plata se había comenzado a realizar la separación de residuos orgánicos e inorgánicos (confieso que por mi casa el camión pasaba cualquier día y se llevaba las dos bolsas juntas, mezclando todo en la compactadora, sin posibilidad de reciclar nada de lo que habíamos separado). Somos cómodos y esperamos que venga alguien a hacer nuestra tarea, como esa vecina a la que le cuesta llevarse su basura a un cesto que está a una cuadra de distancia y acumula sus bolsas hace unos dos meses. Parecería que tampoco los mueve el temor a una infección  ante una lastimadura por algun objeto oxidado, sin mencionar las enfermedades que pueden trasmitir los roedores u otros insectos. Son sus propios hijos y nietos los que están en riesgo, y daría la impresión de que a todos los ciudadanos que arrojaron sus residuos en estos espacios, no les importa nada, quizás porque algunos no viven en esos lugares, sin mencionar el aspecto triste que da la ciudad.

Cuando este verano algún medio de Capital Federal diga que la ciudad está sucia, descuidada, fea, no culpemos solo al intendente o a los funcionarios del área correspondiente a servicios urbanos o turismo. A Mar del Plata la hacemos entre todos, la cuidamos entre todos, porque los políticos pasan, pero nosotros seguiremos viviendo aquí. Seamos responsables con nuestros vecinos y con nosotros mismos. Cuidamos la ciudad, cuidemos nuestro barrio.


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