jueves, 11 de agosto de 2016

Lo que Cordera nos dejó...




Ante todo, quien suscribe estas líneas repudia cualquier clase de violencia física, verbal, emocional y psicológica, venga de quien venga y mucho más si es expresada por los llamados "formadores de opinión", "líderes de masas" o quien fuera que tenga seguidores en forma masiva.

Como especie que somos, hemos evolucionado bajo el lema de la supervivencia del más apto. Y ser el más apto para subsistir en un mundo en el que de otra forma habríamos sucumbido, implica desde ser el más hábil e inteligente en crear las condiciones necesarias para esa supervivencia, como en ser el más fuerte o violento, venciendo al enemigo que nos enfrenta con, tal vez, la única herramienta que tenemos a nuestro alcance, y que no siempre es la mejor.

Pero eso podría justificarse al comienzo de los tiempos, cuando el poder de raciocinio, esa maravilla que nos diferencia...perdón...DEBERIA DIFERENCIARNOS de los animales aún no había realizado su completo desarrollo, cuando los seres humanos aún dudábamos si movilizarnos en dos o en cuatro patas.

La humanidad avanzó, la ciencia ha logrado dividir la más pequeña de las formas conocidas gracias a los potentes microscopios y hemos logrado llegar a otros planetas o investigar con sondas cuáles tienen condiciones semejantes a las de la Tierra, para averiguar cómo comenzó "la vida".

Sin embargo aún no hemos podido combatir la violencia, con todo el raciocinio del mundo, aún existen seres primitivos que permiten que sus instintos los dominen y busquen satisfacerlos mediante la brutalidad y el dominio del otro.

Las palabras de Cordera son un ejemplo de lo que muchas veces se dijo en este espacio sobre otros temas: "las leyes sirven si se usan para que castiguen al otro, porque yo hago lo que se me canta". Y, más allá del famoso "contexto" en el que el músico prentende ubicar sus palabras, lo que dijo pegó profundamente en una sociedad en la que cada 37 horas muere una mujer víctima de violencia "de género", sin contar con las invisibilizadas victimas de violación, muchas de las cuales no realizan la denuncia por vergüenza, ni las que soportan humillaciones y malos tratos y, por diferentes causas, no han dado el primer paso para salir de esa situación.

Pero las palabras pegan más cuando quedan ahí, dando vueltas, sin solución, porque en definitiva Cordera exteriorizó lo que muchos piensan. No por nada el negocio de la prostitución, la trata de blancas, el secuestro de menores para satisfacer "pedidos" de clientes del ramo sigue en auge y parece imposible de controlar.

Sin embargo, el fuego no se apaga con fuego, y de repente recordé las pintadas que el Encuentro Nacional de Mujeres realizado hace un año en Mar del Plata, dejó por la mayoría de los espacios en donde estuvieron reunidas o marchando. Y muchos nos asombramos e indignamos cuando las noticias reportan iglesias quemadas en otros países, pero las mujeres que reclamaron por sus derechos en esa oportunidad, no se pusieron a pensar en las palabras que ilustran esta nota, "la única iglesia que ilumina es la que arde". Tampoco pensaron en cómo puede caer la frase "muerte al macho", considerando así a sus congéneres, sin mencionar los destrozos, las pintadas que AÚN subsisten en las paredes de la ciudad, todo bajo el lema de combatir la violencia!!!

La mejor forma para combatir la violencia es EDUCANDO en la tolerancia y el respeto. Seas hombre o seas mujer. Nadie puede pedir que se mate a otro o que se queme un lugar al que concurre gente por su fe. Porque esas palabras plasmadas tanto por ilustres como por desconocidos, incentivan a cometer un delito para detener otro delito.

Desde las palabras se naturaliza el delito, y se blanquea que "no pasa nada", ya sea por la lentitud de la justicia, o por estar viviendo en una sociedad cuyos valores y costumbres han sufrido un corrimiento de límites en el que muchos no saben (o prefieren hacer que no saben) que lo están haciendo. Si nos remitimos a las palabras de Cordera, "si me hablás de los derechos no te escucho porque no creo en las leyes de los hombres, si en las de la naturaleza", deberíamos pensar que podemos salir a la calle con un arma y matar libremente a quien se nos cruce porque así lo sentimos, renegando de las leyes que nos ordenan como sociedad? ¿Cruzamos semáforos en rojo porque esa convención nos aburre y no asumimos las consecuencias porque la naturaleza nos dijo que la velocidad está buenísima y justo la luz roja no va a impedirnos vivir la adrenalínica sensación de ir a 150 kms/h en una avenida a las 5 de la tarde?

Las leyes existen para que los ciudadanos vivamos ordenadamente, para diferenciarnos de los animales que realizan sus necesidades básicas en plena calle, porque ellos no sienten pudor o vergüenza, sentimientos que si poseemos los seres humanos. La rebeldía de protesta, esa que quema, destruye, rompe, no sólo paredes o vidrios, sino tambien costumbres y leyes, es simplemente idiotez, descender a la animalidad más baja y triste que como especie podemos sentir. Es tirar a la basura cientos de años de crecimiento como humanidad.

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