martes, 18 de diciembre de 2018

Aclarando tantos. #MiraComoNosPonemos



Estos días vengo leyendo mucho. Leyendo,  contando y escuchando. Algunas historias son más graves que otras. Otras son tan dolorosas que sólo una explosión como la ocasionada estos días pudo provocar.

No voy a hablar de los actores protagonistas de una situación que, de ser cierta, pasaría a ser de suma gravedad pues se trata de uno de los peores delitos que existen.

Quiero hablar de pequeñas cosas que observo y me parece que es necesario aclarar, porque de lo contrario, al menos para mi, todo se pone más confuso de lo que es.

Nadie quiere provocar una guerra entre hombres y mujeres, ni convertirlos en nuestros enemigos. Lo que se busca es que se entienda que, como mujeres, tenemos derecho a salir de nuestras casas sin ser abordadas por nadie, a la hora que sea, sin importar lo que llevamos puesto.

A mí, a vos, a ella, a la otra, es muy probable que nos hayan intentado manosear, o nos hayan manoseado, dicho groserías, perseguido algunas cuadras, sin que fuéramos despampanantemente vestidas. Sólo por el hecho de ser mujer. Porque, como digo más de una vez, no se trata del short, la pollera, el escote.

 Si fuera por eso, no violarían a criaturas pequeñas, bebés o a varones. Y cuando eso ocurre, se acaban todas las excusas que ponemos para "justificar" a un delincuente.  Porque, y ahí está el otro tema, parece que, a menos que la persona abusada aparezca descuartizada, con toda la ropa hecha girones, con moretones y ensangrentada, nos planteamos la duda sobre si la víctima dio su consentimiento y luego se arrepintió.  Parece que necesitamos el morbo de ver la sangre corriendo para creer que si hubo un daño.

Leo por ahí a algunos que piensan que "no van a coger más" y algunas que escriben  (lo leí con mis propios ojitos) que "no nos van a...". Y capaz que el problema no pasa, justamente, por coger. Pada por aprender a tener relaciones sexuales CONSENTIDAS, de mutuo acuerdo, en donde ambos se sientan cómodos y, sobre todo si son ocasionales, protegidos.

Los que ahora dicen que es mejor no tomar más mujeres, para evitarse quilombos, simplemente NO ENTENDIERON NADA. Porque el problema no es la mujer. El problema es ese hombre que no sabe comportarse. Y, por qué no, plantear que si una mujer intenta abordar a un hombre sin su consentimiento, también pueda ser denunciada. ¿No es que queremos igualdad? Claro, la cuestión es dejar de lado el machismo (si, ese mismo machismo del que venimos hablando) y que si un tipo va a denunciar a una mujer por acoso, se lo trate con respeto, no se le burlen ni lo traten de maricón.  Porque también hay hombres que son maltratados y no denuncian por vergüenza.  El machismo nos afecta a ambos.

Se trata de comenzar ya mismo (en realidad ayer, antes de ayer, hace un año o dos) a educar en el respeto al otro. Porque ese machismo atraviesa no sólo las relaciones entre varones y mujeres, sino entre todo lo que no responda al canon impuesto. El bullying tiene una alta dosis de esa agresividad que no acepta al que es más alto, más gordo, más bajo, más flaco, más rubio, más pelirrojo, más castaño, más rico, más pobre, más estudioso, más cualquier cosa que se destaque de la "normalidad".

Se trata de entender que si alguien dice "no" se acepte, aprenda a soportar su frustración, y cada uno siga con su vida. Se trata de aprender a convivir entre todos. De entender que hay límites infranqueables que no tienen que ver con ideas de pecado, sino con ideas de respeto.

De aprender a seducir sin ofender. Porque muchas veces se hacen chistes hirientes para caer en gracia, que son aceptados a media sonrisa porque si no sos "la amarga", la "ortiva", la mala onda. De respetar los tiempos del otro, sin manipular ni nada que presione una situación.

La caza de bruja no es tal a partir del momento que nuestra historia más o menos reciente (40/50/60 años) tiene infinidad de casos sin resolver.  No es tal a partir del momento en que la persona abusada, maltratada es quien tiene que andar con un botón antipánico en una mano y una orden de restricción en la otra, mirando para todos lados para ver si tiene o no que activarlo, mientras su agresor camina por la calle sin problemas, transgrede esa orden de restricción sin que nadie se lo impida. ¿Por qué no mejor ponerle una tobillera que suene y se active  cada vez que rompa el límite? ¿Por qué no hacerle sentir el peso de su delito a quien lo comete, en vez de cargar a la víctima, que ya demasiado tiene con lo que vivió?

Esto que se plantea y explota como una bomba atómica, tiene que ver con el desubicado que te apoya en el colectivo, con el que te pasa la mano por el culo cuando caminas por la calle, con el que te sigue en el auto a paso de hombre tratando de convencerte para ir a algún lado.

Tiene que ver con el que se aprovecha de la confianza de una criatura y la manosea. Con el que vio hacer algo horroroso en la tele y siente que está bárbaro replicarlo con la piba de al lado. Con el que se piensa que es un vivo bárbaro si le grita una grosería a una chica que va en uniforme. El que se cree gracioso, o que se lleva un trofeo por poner nerviosa a cualquier mujer que va sola por la calle.

El problema es con ellos, con esos. Con los que entendieron de qué va la cosa, los que nos tratan como seres humanos antes que como mujeres, los que saben aceptar un no y seguir su camino, o los que tienen paciencia y trabajan para seducir a una mujer, no tenemos ningún problema.

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